CUANDO el dolor se aleja, es como un mar
que retira sus aguas,
con un murmullo triste que se pierde
más allá de la tarde,
y en nuestro pecho deja
una franja de broza,
litoral de estupor donde un sol pálido
acaricia despojos:
las algas de unas lágrimas,
ese mástil roído de la fe,
las redes amarillas de un fervor,
y el obsceno tritón,
el mascarón soberbio, duro, intacto,
de la impúdica vida.