Fue de entrada en casa de Carmine Galante nuestro inculto sastre mal hablado y experto en tapices etruscos donde estuvimos cerca de componer un oratorio y de dar un buffet de sesos engreídos pues nos topamos otra vez con Salieri el confesor laureado de esta república que se mandaba a hacer sus casullas de marta cibellina con Galante también Qué promiscuidad, Luchino y qué incómodo además para Salieri verse sorprendido allí donde Galante probándose la ropa Habíamos olvidado que aun vivía y no nos dio ganas de hacerle algo de hilarle el cuello a los turbos del Harrier y dejarlo caer al mar como betarraga por inmiscuirse en nuestras telas Pero ahí al verlo hicimos memoria Demonios Qué bajoneante para la lengua española y qué merma para los dineros del culto seguir mamando y con décadas de atraso las puerilidades seniles de un pendenciero cuya vanidad era infinitamente mayor que su insignificancia Lo vimos irse, Luchino irse rodeado por los mozos de Galante que le tapaban el bolso.