Historia de amor – Antonio Colinas

Pesaba en nuestros cuerpos la hermosura
de un nuevo atardecer estremecido. 
Cruzábamos aquellos matorrales 
altos, desnudos, que en la primavera 
se aroman todos, se hacen más profundos 
con el trino y el juego de los pájaros. 
Brotaba una gran luna amoratada 
detrás de los zarzales y en el césped 
había escarcha, estrellas diminutas, 
hojas brillantes, mínimas de fuego 
que tanto nos gustaba contemplar. 
Volvíamos del río, de la orilla 
húmeda y vaporosa de los álamos. 
Luego, ya por las calles, todo el pueblo 
quedaba sorprendido, nos pedía 
razón de aquella luz que en nuestros ojos, 
apaciguada, estaba delatándonos. 
En nuestros rostros se alió el rubor 
con la alegría temerosa y clara 
del que le han sorprendido en buen secreto. 
Aquel tesoro acumulado lento, 
los callados instantes del abrazo, 
cada hora que el amado dio a la amada, 
quedaron descubiertos para siempre.
Alguien habló, dijeron que nosotros 
éramos de otro mundo, que en las frentes 
nos brillaba una luz desconocida. 
Hubo un júbilo extraño y cada casa 
abrió todas sus puertas a la historia 
fantástica y veraz de nuestro amor.



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