Puertas cerradas – Blas de Otero

                             A Rafael Alberti
                             Pleamar, 1944

¿No son ángeles ya, no voladores,
ni tampoco relámpagos suspensos,
son errantes espumas, desfloradas
flores que, abiertas, vengador de flores,
un viento viene y giran desaladas,
como ayer, en la tierra que era cielo,
al vuelo y levantadas
a las hermosas de la luz vio en ramo;

no son ángeles ya, sino quemadas
carnes, trizas del alma, tramo a tramo
ardidas, consumidas,
como, siendo mortales,
arde, consume Dios y quema vidas?

¿Solo siguen, reales,
rabiando y sin poder desorientarse,
los cuatro puntos vivos cardinales,
cuatro estrellas y un mar tan marinero,
este o este, dejadme, el que yo quiero
es el sur, que, si cuatro, miro iguales?

Las aguas maternales.
Blanco y azul, si carmen, pescadores
de carmines ponientes enredados.
Las manos, redes, y los peces, flores
submarinas. Los peces de colores.

Un marinero en tierra.

Y un golpe, no de mar, sino de guerra,
que destierra los ángeles mejores.

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