Despedida – Ana Merino

Decirle adiós a la oficina
sobre la niebla densa
de las montañas.
A las horas que inventaron
la dicha de ser
una apasionada de la literatura,
del fútbol, de las colecciones
de secretos y cosas diminutas.
A la estela de los grandes trofeos,
las cajetillas de fósforos, los bastones,
las perchas, los abanicos y las peinetas.

Decirle adiós al recorrido
de la bicicleta eléctrica
que simula el pedaleo
en los tramos en cuesta.
Al susurro vertical
del asfalto húmedo
en los deshielos matutinos.

A los cuadros, a las esculturas,
a la invención de las teorías y los tratados
que explican
la naturaleza creativa
del gesto misericordioso
del académico
que promete cuidar
el pulso de los libros
y acaricia sus lomos
con ternura y nostalgia.

Decirle adiós a la rutina
de los compromisos banales,
a la gestión desbordada
que germina en encuentros
y ratos luminosos.
A la vida que evoca las metáforas,
y se mira en el espejo de los siglos,
y encuentra su lugar
en el reflejo de todo lo que ama.

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