Aún no ventea sangre la jauría
ni la trompa resuena por el bosque
y en su temblor la corza presiente ya la herida.
Aún no me has mirado con esos ojos tuyos,
tan hermosos que duele contemplarlos,
y ya mi vida toda presiente qué locura,
qué iluso y torpe afán será quererte.
Qué atroz y exacto laberinto
de ternura, de muerte y de deseo.