Tu espalda elige
la senda del castaño
para marcharse.
La niebla cayó sobre el lago,
tus ojos grises se llenaron de sombras
al ver pasar una canoa blanca,
el remero de pie,
sentadas en silencio dos siluetas lánguidas.
Ignoro si el amor huyó esa tarde
temeroso del cielo y sus presagios,
o tal vez fue el alarido de ese pájaro.
Tardó la luna en asomarse.
Insaciable es tu amor al filo de la aurora,
la barba amanecida en cantinas
de voz aguardentosa,
los ojos embriagados de mezcal y tequila.
A un paso del adiós decidí amarte,
salió a pastar mi cuerpo en la cima de tu hombría.
Excomulgada y sucia, dejé hacer a tus manos
navegantes sin rumbo.
Poesía de todas la épocas y nacionalidades