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Regreso – Joaquín Márquez

Abre los ojos.		
Ya está de nuevo en casa		
Una hilera de besos		
hace guardia a la sombra del manzano		
y una sonrisa grande		
le ladra conociéndolo.		
                    En la tierra
del jardín, donde antes florecían		
los ojos de los niños,		
aún le espera la última comunión del pequeño.		
Y el jarrón más azul que la desgracia		
está entero en el centro de la mesa,		
ofreciendo su vientre de payaso		
al aire.		
        Todo sigue en su sitio.
Pero el viajero no comprende.		
Trata de entrar. Abre la puerta.		
Y está saliendo siempre de su casa.

Joven desnuda ante el espejo – Joaquín Márquez

No salgas que hace frío.		
Deja a la noche donde está. Las fiestas		
son un engaño torpe por el que se acostumbran		
los cuerpos al cansancio. Quédate en ese aljibe		
ahora que eres tan joven, ahora que no hay madrastra		
capaz de conminarte a inclinar la sonrisa.		
No salgas que han dictado leyes contra la música		
de las ondulaciones, y cercenan gladiolos		
por todas las esquinas. Que han abierto el olvido		
y urgen, con agujeros, la piel de los zapatos.		
No salgas. No te asomes al balcón		
de ese traje de noche, o se te irán los pechos		
a cazar golondrinas por el país del mirto.		
Quédate en ese arroyo que se muerde la cola,		
que desemboca y nace para ti y tu desnudo.		
Deja sola a la noche columpiarse en su miedo.		
Deja a los bailarines que desangren sus tangos.		
Deja que el whisky archive su pena en los vencidos.		
Déjale libre el día a tu ángel de la guarda.		
Y sigue duplicándote para engañar al tiempo.		
No salgas. No hagas caso de guiños fluorescentes.		
Agárrate a ese espejo. Sujétate con clavos.		
Si sales esta noche te morirás de prisa.		
Que ya están escondidas por todos los rincones		
las ancianas que vienen a mustiar los espejos.