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CONTRA EL OLVIDO – JOSÉ LUIS GARCÍA HERRERA

Escribo frente a ti y contra el olvido.
Escribo contra el olvido para vivir en ti
las horas del ayer que hoy me ofreces
con la lucidez de tu corazón y su memoria.
Sé que la muerte me espera al final de cada verso
y que tu presencia ahuyenta a los lobos del miedo.
En un rincón del mar trazo la línea de mi vida,
paralela al surco de tus huellas, al eco de tu voz
buscándome en la hazaña de las olas.
Sé que la muerte hundirá mis naves
y no tendré palabras para cubrir tu ausencia.
Avanzo a golpes, tropezando con las sombras
de soles derrotados, aferrándome a la noche
donde tu cuerpo resiste los envites del viento.
Sé que escribo frente a ti, frente a tu rostro
cercano como la luz que atraviesa mis sueños.
El tiempo nos vencerá, sí; pero este poema
quizá nos reviva en la llama de otros labios
y podamos seguir batallando juntos
—palabra, piel, corazón y vida—
contra las feroces alimañas del olvido.

HORAS DE PAPEL – JOSÉ LUIS GARCÍA HERRERA

Vas juntando memoria a las palabras. Vas creando
al hombre que ya no está en ti: que vive en ti
pero con otra sombra, con otra mirada, con otra voz.
Ese hombre que recita en la sala en penumbra,
con los ojos cerrados, con los pies en aquella plaza
donde el sol del invierno defendía el rumor de los sueños.
Hoy caminas desde la memoria. Desde aquellos versos
que guardas en viejas carpetas azules, muy juntos,
reuniendo cada pedazo de ti, cada jirón de esa vida
que tan sólo existe en esas páginas, en esa memoria
que transforma la sangre en versos y las lágrimas
en horas de papel y voces en el alma.
Cada día es más larga la mirada. Cada día
más palabras se pegan a tu piel y escriben
la memoria de ese hombre que siempre va contigo.

LECCIÓN PRIMERA – JOSÉ LUIS GARCÍA HERRERA

Acostúmbrate a morir cada noche
y a no darte por vencido. Aprende
las leyes no escritas de la vida y respeta
el orden en el que todo sucede.
Aunque nada sucederá si tú no lo provocas.
Haz de la caída un milagro y recuerda
que todo sacrificio responde a una victoria.
Acostúmbrate a que las heridas de ayer
sean memoria al borde del olvido, a que nada
perdure más allá de tus huellas, a que la noche
cubra de sombra la línea de tu sombra.
Recuerda que la palabra no nace del silencio
ni el amor se cobija en la región del abandono;
que todo lo dicho no mata cuando hiere
ni el corazón oculta su espalda a las traiciones.
Acostúmbrate a ser pasajero en la barca de la muerte,
pero no te des por vencido
porque vayas perdiendo vida mientras la vida pasa.
Acostúmbrate a nacer a cada instante.

CEMENTERIO JUDÍO – JOSÉ LUIS GARCÍA HERRERA

Toda una vida para llegar a la nada.
Toda la nada para contar una vida.
Toda la nada en la voz de la muerte.
Toda la vida huyendo hacia el silencio.

Escrita sobre una lápida reza una historia
que se repite sobre otra lápida
que junto a otra lápida cubre tierra muerta.
Tras las altas verjas alguien pisa despacio
las huellas que conducen al pasadizo
donde beben salmos de agua las estrellas.
Siglo a siglo los nombres aferrados a la piedra
han soportado las mordeduras del viento,
las puyadas de la lluvia, la picazón de la nieve.
Siglo a siglo aquellos que huyeron río arriba,
libres como las alas de un albatros,
hallaron en la estrecha sombra de estos muros
refugio para completar la eternidad.

Toda vida merece ser respetada
si respeto cosechó frente a las mareas
y contra los embates del mal tiempo.
Una hora de vida es vida,
y un minuto de vida es vida,
y un segundo de vida es vida.
Toda vida es el ahora, lo que hago o lo que digo:
lo demás es pasado, entrada o salida
por las verja oxidada de cualquier cementerio.

SOBRE EL PÁRAMO AGRESTE – JOSÉ LUIS GARCÍA HERRERA

Escribo para no morir. Ese es mi oficio.
Unir palabras sobre una estepa blanca
donde no caben las mentiras y la verdad duele
aunque cure todas las heridas que no he visto.
Hablo contra el viento para escuchar
todo lo que he escrito antes de que el día
fallezca entre las fauces de la noche.
Son palabras que queman en la piel
los días vividos en el majal de la rutina,
en el apeadero de los sueños rotos
y en la cantina de las promesas incumplidas.
En los amaneceres de la nada escribo
para no morir, para saberme hombre
entre las calles que nadie recorre
llamándome con la voz de los milagros.
Escribo para quien, un día, quizá lejano,
encuentre entre mis versos un ápice de esa vida
que he ido dejando -gotas de sangre o tinta-
sobre el páramo agreste de todos mis silencios.

UNA ROSA EN EL INVIERNO – JOSÉ LUIS GARCÍA HERRERA

                                   Uma rosa depois da neve.
                                   Eugenio de Andrade

Al final de la tarde, en invierno,
un hombre regresa por una calle estrecha
donde aún quedan rastros de nieve.
Lleva bufanda gris, guantes de lana,
un gesto grave en el rostro
y escarcha en el corazón.
De improviso, entre el suelo y el muro,
encuentra una rosa. Piensa, al recogerla,
de qué sirve ser una rosa en invierno.
Quizá, si no la olvida en la gabardina,
la arrojará al fuego cuando llegue a casa.
Una rosa, cuando se estrechan los arcos de la vida,
cuando de inviernos están hechos los días,
sólo nos recuerda el efímero paso del tiempo.