Archivo de la categoría: José María Pemán

Soledad en la muerte – José María Pemán

Hay que morir sin compañía...		
Esposa mía y compañera:		
tuya es mi vida toda entera,		
¡pero mi muerte es sólo mía!		

Toda la gracia del vivir		
te di con mano generosa:		
pero el cogollo de la rosa		
no lo podemos compartir.		

Tienes la vida y la verdad		
del compañero y del amigo.		
Pero aquel día... ¡yo conmigo		
en mi infinita soledad!		

Dos almas tienen sólo un Dios		
y dos estrellas sólo un cielo.		
Dos vidas viven un anhelo		
¡pero no hay muertes para dos!		

Por esa puerta no entrarás.		
En esa senda no serás		
ya mi consuelo y mi maestra.		
Toda mi vida ha sido nuestra.		
¡Mi muerte es mía, nada más!

 

Oración – José María Pemán

Yo sé que estás conmigo, porque todas
las cosas se me han vuelto claridad:
porque tengo la sed y el agua juntas
en el jardín de mi sereno afán.

Yo sé que estás conmigo, porque he visto
En las cosas tu sombra, que es la paz;
Y se me han aclarado las razones
de los hechos humildes, y el andar
por el camino blanco, se me ha hecho
un ejercicio de felicidad.

No he sido arrebatado sobre nubes
ni he sentido tu voz, ni me he salido
del prado verde donde suelo andar...
¡otra vez, como ayer, te he conocido
por la manera de partir el pan.

 

Romance del divino gozo – José María Pemán

El gozo del mundo se entra
dentro de mi corazón.
¡Estrecho gozo el que cabe
en tan estrecha mansión!.

El gozo que entra en nosotros:
gozo es de mal gozador.

Quiero un gozo que me envuelva
porque él me sea mayor.

¿Qué gozo será el que traiga
tanta anchura y tanto sol?.

Dios le dijo al siervo fiel:
«Entra en el gozo de Dios»…

¡No gozos que entren en mí:
quiero un gozo en que entre yo!

In memoriam – José María Pemán

La navidad sin ti, pero contigo.
Como el volver a ser
cuando empieza a nacer
verde de vida y de memoria, el trigo.

Porque tú no estás lejos.
No sé si es que te veo o que te escucho.
Me iluminan, me templan tus reflejos.
Voy hacia ti… No puedo tardar mucho.

Pagando estrellas por salario
te escondes en la barbas torrenciales de Dios.
Recuerdo el ritmo lento de tu horario.
Humilde en la infinita paciencia del rosario:
y en la fe penetrante de tu voz.

Y el belén de su Amor,
como tú lo ponías.
Tú, la niña mayor,
la flor más pura de las flores mías,.

Como es la luz del río
y el canto es de la fuente:
este cariño ardiente
es todo tuyo, a fuerza de tan mío.