DESPIERTA el arrayán, el aire asciende,
dibuja el llanto un alarife ciego.
Ya es siena el corazón, añil la sangre,
gualda el sonido de los surtidores.
La muerte, amor, alumbra el tiempo: somos
los que volvemos de la despedida.
El patio nos abraza, su luz ciñe
otro milagro de dolor perfecto.