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Desdén – Susana March

Después de todo, tú no me haces falta.
Al fin, ¿quién eres tú? Nervios y sangre,
carne que ha de podrirse en el sepulcro;
un puñado de polvo solamente.

Si he de morir después de haberte amado
¿la muerte me será más llevadera?
¿Qué haré en la tumba con tus dulces besos
temblándome en la boca descarnada?

¿Podré seguir soñando? ¿Habrás de darme
nueva vida quizá? ¡Eres tan poco!
Nada importa que alientes si algún día
has de dejar de ser. Hoy eres fuerte.

Mañana jugará un niño en el campo
con tus huesos antiguos, destruidos.
¿Para qué un alma que no tienes,
que no tendrás jamás? ¡No me haces falta!

Voy recogiendo pálidas estrellas,
hierba estelar con que formar mi tumba.
Allá, en las sombras, tú estarás inmóvil.
¡Mas yo me agitaré en las margaritas!

Tierra – Susana March

No importa. No eres tú quien me daña…
Soy un puñado de tierra que pisa tu pie ligero,
algo que te sustenta y que apenas conoces,
algo que acaso nunca comprenderás del todo.

No importa. ¡No eres tú quien me daña!
Me hicieron campo de lucha para tu sangre joven
campo para morir y para erguirte
como un árbol gozoso de ti mismo.

Por todos mis caminos me recorres
hiriéndome, sangrándome…
¡No importa!
Me alimento en el daño que me haces,
¡me alimento en el daño!

Indolencia – Susana March

¡No me digáis que sigo siendo
una pobre mujer
equivocada!
Lo sé.
y sé más cosas todavía.
Sé que he soñado tanto
que convertí en inútiles
las más puras verdades;
sé que inventé yo misma
los más altos obstáculos;
sé que la vida era otra cosa,
¡y entonces ya lo sabía!
Pero una nace a veces así, torpe
y desmesuradamente triste,
y todo cuanto toca
se le va convirtiendo en cenizas.
Porque yo tuve dieciséis años
y aspiré a ser como un dios en la tierra.
Aspiré a dignificar a los hombres,
a enorgullecerme de mí misma.
Pero, ¡ya pasó!
Todo cuanto vosotros podáis echarme en cara,
hace mucho que yo me lo vengo repitiendo.
Extranjera en el mundo,
he contemplado la dicha de los otros
con una desesperada indiferencia.
Pero ya nada importa nada.
Aquí sigo en mi puesto,
con mi adolescente actitud de ávido hastío,
con mi lamentable corazón de muchacha
apasionadamente muerto.
¿Qué más da sentirse desdichada
si apenas queda tiempo de llorarse?
Es tarde para rectificar toda una vida
y, además,
ya lo sabéis,
soy indolente…

El viento – Susana March

Todo ha vuelto a quedarse quieto
todo en su sitio y en reposo.
Va navegando por los días
la barca triste del otoño.

Fue allá, por la primavera…
Era un mundo maravilloso.
Tú llevabas el Universo
metido dentro de los ojos.

Te vi llegar como se mira
todo lo extraño y misterioso.
Sentí lo mismo que si un viento
me sacudiera por los hombros.

Luego partiste… Fue un segundo.
Mi corazón se quedó solo.
Ahora miro pasar la vida
como un reguero sobre el polvo.

La meta – Susana March

He cambiado todas mis rosas
por un lugar cerca del fuego.

Por el sosiego de mi alma,
la negra seda de mi pelo.

He vendido mis esperanzas
por un puñado de recuerdos.

Mi corazón por un reloj
que sólo cuenta el tiempo muerto.

Mi última moneda de oro
se la di de limosna al viento.

Ahora ya no me queda nada.
Desnuda estoy como el desierto.

Un oasis de mansedumbre
está brotándome en el pecho.

Si mi amor es tan cauto que, a buscarte… – Susana March

Si mi amor es tan cauto que, a buscarte, prefiere
aguardar en la sombra tu primera llamada,
si mi tímido anhelo sabe apenas decirte
con torpe lengua el verso que me dicta la sangre.

Si no sé darle nombre a esta hoguera en que vivo,
ni logro desprenderme de mis cansados credos,
y ahuyento entristecida los rápidos corceles
que habrían de llevarme a tu sueño, a tus labios…

Si soy así, tan pobre, con mi cuerpo encendido,
encarcelado al vago fantasma de mi miedo,
el alma hecha jirones, batiendo sobre ella,
los pecados del mundo, tercamente, uno a uno…

Ven tú que desafías leyes, prejuicios, miedos;
tú, que llevas la vida sobre los hombros, ancha,
tú que arrasas montañas, que desnucas el mundo
con tu fuerza de macho sin fronteras ni angustias.

Lo mismo que las otras, yo te estoy esperando.
Sellada está mi boca; sellada mi ternura.
-¡Oh Dios, cómo rebosa este fuego, esta llama!-
Rompe tú todo sello, desgarra, libra, entra.

Pasión – Susana March

¡Este oleaje denso de la sangre,
marca oscura y terrible!
No amor. Ansia de besar la tierra,
los árboles, el aire.
Acaríciame…
Soy una música callada,
misteriosa y bellísima.
Acaríciame….
El mundo se llenará de sonidos vibrantes,
de un hondo rumor de caracolas.
¡Ah, esta sed! no quiero más
que morirme,
dejar mi cuerpo atrás, destruido, harapiento.
¡No quiero más que morirme!
¿Qué es una mujer desnuda?
Una ola, un bloque de mármol,
un puñado de tierra,
un cráter para mirar el infierno.

He soñado contigo… – Susana March

He soñado contigo
sin saber que soñaba…

En la gran chimenea
crepitaban las llamas,
la tarde se moría
detrás de la ventana.

Te he visto en mis ensueños
como un blanco fantasma,
alto junco ceñido
al aire de mi alma.

Te he visto ennoblecido
por estrellas lejanas,
turbado por la fiebre
de mi propia nostalgia.

Sobre la alfombra, quieta,
te sueño arrodillada.
Te sueño como a un Príncipe
de los cuentos de Hadas,
como a un vikingo rubio
con escudo de plata.

¡Qué bien quererte mucho
hasta quedar exhausta!
¡Qué bien sentirme siempre,
–¡Dios mío!– enamorada!
Me da miedo el vacío
que me queda en el alma,
el frío que me hiela
cuando el hechizo pasa.

Yo quiero amarte mucho,
con un amor sin pausa,
con un amor sin término,
como los dioses aman,
como los astros, como
las bestias y las plantas.

Siento celos del leño
que acaricia la llama…
¡Igual me abrasaría
si tu me acariciaras!

Eternidad – Susana March

Yo sé que estaba entonces cuando nada existía…
Estaba allí, en las sombras de un valle solitario
donde aún no fluía la música del agua.
Mi desnudez se alzaba sobre el vago paisaje
como un grito de auxilio en el mortal vacío.
Fueron mis senos las primeras flores,
y mi vientre la almohada de la vida;
nacieron de mis ojos las estrellas
y mi mano encendió la viva antorcha
de la continuidad. Bestias y plantas
latían a la vez en mis arterias.
Avanzaba insegura entre las sombras
y a mi paso las tierras florecían….

¡Ya ves si es vieja el alma que te busca!
¡Qué corte de milenios la acompaña!
Presencié la erupción de los volcanes,
el duro nacimiento de los montes;
vi marchitarse inmensos vegetales
que ya no conocieron los humanos.
Y hundida en las tinieblas inauditas,
escuché los aullidos de los monstruos
que mataban la luz a cuchilladas.

Heme aquí, tan antigua como el mundo,
con este amor nacido de mi frente,
con esta enorme sed que no he saciado.
No me exijas virginidad alguna.
Allá, en aquel silencio pavoroso,
la Vida me violó bárbaramente…
Manchada estoy por la humedad del musgo,
por la tierra y el fuego y la lascivia
milagrosa del aire. Si me quieres,
tómame fecundada por los sueños,
preñada por la gracia de los siglos.