No sé por qué me quejo porque al fin estoy sola.
Y el placer de tirar la ceniza en el suelo,
sin que nadie te riña,
y untar pan en la salsa
y beberse los posos,
y limpiarse la boca con el dorso de la mano,
cantar al vagabundo porque al fin fue valiente,
ir matando los besos como si fueran piojos,
beber blanco,
pronunciar ciertas frases
decir ciertas palabras,
exponerte a que un día te borren de la nómina…
No debiera estar seria
pues vivo como quiero,
sólo que a veces tengo,
un leve sarpullido.
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Aquí estoy expuesta como todos – Gloria Fuertes
Aquí estoy expuesta como todos,
con una mano ya en el otro mundo,
con una suave cuerda en la garganta
que me da música y me quita sangre.
Esto de escribir esto es horroroso,
—un día moriré de amar a alguien—,
lo llaman ser poeta y es ser santo,
nadie nos canoniza pero andamos,
con raras aureolas por las sienes,
por las noches a veces relucimos,
con invisibles seres conversamos,
apariciones múltiples tenemos
y dormimos sentados en la sala.
Nos desprecian los jefes, se nos ríen
detrás los empleados,
y los perros nos siguen por las calles.
Que yo tengo de santo y de mendigo
esto de amar a un ser sobre las cosas
esto de no tener nunca zapatos
y esto de que Dios baje por peinarme.
Trozo – Gloria Fuertes
Van saltando los tigres de la noche
por el cuerpo rendido de la aurora.
Van los cisnes rugiendo suavemente
por el aire del agua del incienso.
Va la sangre mojando nuestra pluma
y va el hombre exprimiendo su racimo.
Va la vida a otra vida sin excusa.
Todo marcha y se empuja por asirse,
solo un terco oriental ensimismado
besándose a sí mismo a Dios le besa.
Mal sueño – Gloria Fuertes
Yo,
con estas manos que pueden hacer hijos,
que pueden portar almas,
que pueden pastar flores,
que pueden zurcir telas,
que pueden mover lápices
y escribir crisantemos.
Yo,
que detesto la pena de muerte,
no sé lo que haría, no sé lo que haría.
Sí,
media humanidad es la que sobra:
Los fríos,
Los Samueles,
los sabuesos,
los adustos,
los contables,
los machos,
los guerreros,
los pedantes,
los que dicen:
—la mujer mi esclava—.
Yo,
los miraría
por los rayos esos que he inventado
para el pecho,
y a todos los con manchas,
con cavernas,
los iría a gusto eliminando,
para nada nos sirven los perversos,
los canijos,
—¡son los envidiosos!—
Yo,
que prefiero
monja morir
antes que asesinar un simple pájaro.
Yo, con estas manos blancas y callosas,
yo,
que detesto la pena de muerte,
no sé lo que haría.
Suceso – Gloria Fuertes
Quiero que llegue, pero no deseo
acercarme a tu voz y no quemarme.
Echo a correr, sucede que me acerco,
huyo y me coso, río y me enveneno.
Canto y tu nombre se mezcla al estribillo,
bebo y me sabe todo a llanto tuyo.
Beso y me sabe a nada no es tu boca.
Me distraigo y acuno con engaños.
Voy por las calles y tu autobús me grita,
quiero dejarlo y se pega a mis dedos,
cierro la luz y vas y te apareces.
Digo pasó, y te encuentro en la puerta.
Un hombre pregunta – Gloria Fuertes
¿Dónde está Dios? Se ve, o no se ve.
Si te tienen que decir donde está Dios, Dios se marcha.
De nada vale que te diga que vive en tu garganta.
Que Dios está en las flores y en los granos, en los pájaros y en las llagas,
en lo feo, en lo triste, en el aire, en el agua;
Dios está en el mar y a veces en el templo,
Dios está en el dolor que queda y en el viejo que pasa
en la madre que pare y en la garrapata,
en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca
Dios está en la mina y en la plaza,
es verdad que está en todas partes, pero hay que verle,
sin preguntar que dónde está como si fuera mineral o planta.
Quédate en silencio,
mírate la cara,
el misterio de que veas y sientas,
¿no basta?
Pasa un niño cantando,
tú le amas,
ahí está Dios.
Le tienes en la lengua cuando cantas
en la voz cuando blasfemas,
y cuando preguntas que dónde está,
esa curiosidad es Dios, que camina por tu sangre amarga
en los ojos le tienes cuando ríes,
en las venas cuando amas,
ahí está Dios, en ti,
pero tienes que verle tú,
de nada vale quién te le señale,
quién te diga que está en la ermita, de nada,
has de sentirle tú,
trepando, arañando, limpiando,
las paredes de tu casa:
de nada vale que te diga que está en las manos de todo el que trabaja,
que se va de las manos del guerrero,
aunque éste comulgue o practique cualquier religión dogma o rama;
huye de las manos del que reza y no ama,
del que va a misa y no enciende a los pobres velas de esperanza;
suele estar en el suburbio a altas horas de la madrugada,
en el hospital, y en la casa enrejada.
Dios está en eso tan sin nombre
que te sucede cuando algo te encanta,
pero de nada vale que te diga que Dios está en
cada ser que pasa.
Si te angustia ese hombre que se compra alpargatas,
si te inquieta la vida del que sube y no baja,
si te olvidas de ti y de aquéllos, y te empeñas en nada,
si sin por qué una angustia se te enquista en la entraña,
si amaneces un día silbando a la mañana
y sonríes a todos y a todos das las gracias,
Dios está en ti, debajo mismo de tu corbata.
No perdamos el tiempo – Gloria Fuertes
Si el mar es infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa,
si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando.
¿Qué importancia tiene todo esto,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas,
un niño sin zapatos o un contable tosiendo,
un banquete de cascaras,
un concierto de perros,
una ópera de sarna…
Debemos de inquietarnos por curar las simientes,
por vendar corazones y escribir el poema
que a todos nos contagie.
Y crear esa frase que abrace todo el mundo,
los poetas debiéramos arrancar las espadas,
inventar más colores y escribir padrenuestros.
Ir dejando las risas en las bocas del túnel,
y no decir lo íntimo, sino cantar al corro,
no cantar a la luna, no cantar a la novia,
no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos, pues sabemos, gritar ~al poderoso,
gritar eso que digo, que hay bastantes viviendo
debajo de las latas con lo puesto y aullando,
y madres que a sus hijos no peinan a diario,
y padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar al humilde poniéndole en el hombro nuestro verso,
cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.
Asediar usureros, y con rara paciencia convencerles sin asco.
Trillar en la labranza, bajar a alguna mina,
ser buzo una semana, visitar los asilos,
las cárceles, las ruinas, jugar con los párvulos,
danzar en las leproserías.
Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos,
que al corazón le llega poca sangre.
Vamos a ver… – Gloria Fuertes
Vamos a ver si es cierto que Le amamos,
vamos a mirarnos por dentro un poco.
¡Hay cosas colgadas que a El le lastiman,
freguemos el suelo y abramos las puertas!,
que salgan las lagartijas y entren las luces.
Borremos los nombres de la lista negra,
coloquemos a nuestros enemigos encima de la cómoda,
invitémosles a sopa.
Toquemos las flautas de los tontos, de los sencillos,
que Dios se encuentre a gusto si baja.
Nota biográfica – Gloria Fuertes
Gloria Fuertes nació en Madrid
a los dos días de edad,
pues fue muy laborioso el parto de mi madre
que si se descuida muere por vivirme.
A los tres años ya sabía leer
y a los seis ya sabía mis labores.
Yo era buena y delgada,
alta y algo enferma.
A los nueve años me pilló un carro
y a los catorce me pilló la guerra;
a los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía.
Aprendí a regatear en las tiendas
y a ir a los pueblos por zanahorias.
Por entonces empecé con los amores
–no digo nombres–,
gracias a eso, pude sobrellevar mi juventud de barrio.
Quise ir a la guerra, para pararla,
pero me detuvieron a mitad del camino.
Luego me salió una oficina,
donde trabajo como si fuera tonta
–pero Dios y el botones saben que no lo soy–.
Escribo por las noches
y voy al campo mucho.
Todos los míos han muerto hace años
y estoy más sola que yo misma.
He publicado versos en todos los calendarios,
escribo en un periódico de niños,
y quiero comprarme a plazos una flor natural
como las que le dan a Pemán algunas veces.
Cabra sola – Gloria Fuertes
Hay quien dice que estoy como una cabra,
lo dicen, lo repiten, ya lo creo,
pero soy una cabra muy extraña
que lleva una medalla y siete cuernos.
¡Cabra! En vez de mala leche yo soy llanto.
¡Cabra! Por lo más peligroso me paseo.
¡Cabra! Me llevo bien con alimañas todas.
¡Cabra! Escribo en los tebeos.
Vivo sola. Cabra sola
—que no quise cabrito en compañía—,
cuando subo a lo alto de ese valle
siempre encuentro un lirio de alegría.
Y vivo por mi cuenta, cabra sola,
que yo a ningún rebaño pertenezco.
Si sufrir es estar como una cabra,
entonces si lo estoy, no dudar de ello.