TODO es víspera.
Todo sueña un renuevo
y mueve el corazón a defenderse
de los derrumbaderos.
Cada uno en su noche
esperanzado pide
el despertar, el aire,
una luz seminaria,
algo donde no muera.
Algo inviolado, exacto, fehaciente,
para afrentar la sombra,
un puro manantial,
raíz de agua, algo
como esa jarra tuya, Isabel,
donde acaso
hay claridad humana,
amor con su poder resplandeciente,
más misterioso que la sombra misma.
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Colores frágiles – Ida Vitale
DECIMOS verde agua,
¿qué agua, de qué vaso?
Hoy este río es verde,
profundo verde de árbol,
verde o azul, de pájaro
o piedras más o menos preciosas.
Pero otro día es torvo,
como se puso aquella
mirada hacia la tarde
y piensas en la rara
fragilidad del gozo
y en la escapularia
protección que persigues.
Relaciones triangulares – Ida Vitale
HACE un rato
que en la encina cercana
protesta un grajo.
Mi vecina, la gata
blanquinegra e inaudible,
asoma en la ventana.
Mira al árbol
y encerrada imagina
la aventura riesgosa.
Mira al grajo y me mira.
No sabe a quién apoyo.
Para alguien que no existe
un raro trío hacemos
en tres lenguas distintas,
dos silencios y el ruido
del grajo inaccesible.
Sueño en campo nudista – Ida Vitale
EN Jungborn, en el Harz,
hay colinas y un prado,
y en lo verde, cabañas.
Con cautela, Kafka abre la puerta de la suya.
No le agrada la idea de ver aproximarse
algún cuerpo desnudo
de los que a veces pasan.
Bajo la poca luz, hay tres conejos
que lo miran, quietos.
¿Adustos? Vienen quizás a reclamarle,
a él, que está vestido, la intromisión
de lo innatural en lo natural:
gente desnuda junto a castos conejos,
arropados en su pelaje suave,
«variegati» diríamos, si ellos fuesen
tres plantas que han optado por moverse,
pero por un segundo estarán quietas.
El aterrado Kafka olvida sus pulmones
y entra a soñar mi sueño.
A toro pasado – Ida Vitale
AHORA es ayer, cuando te imaginabas
contra la gala real del cielo abierto,
en calma. Ahora sí, ya has llegado
al mercado del inútil saber.
Inesperados ámbares rezagan
un fósil de otro tiempo, llegan sueños,
recuerdos analgésicos, sensatos,
pero sólo algo como algas queda
escurriendo de manos que ignoraron
siempre el arte de asir el bien que huye.
Abrumado lo que se creyó a salvo,
sin fe ya esperas lo poco que resta.
Visión oscura – Ida Vitale
AL tajo de penumbra
resbalan posos de otros días,
mientras, tras los vidrios velados
veo partir los indecisos estorninos.
En la ventana recalan
ecuaciones, no su angustiosa solución,
no su elusión. Si torpes,
quizás no sean inútiles ni tramposas:
las plantean fantasmas que,
ajenos a tentación o cautiverio,
apenas dicen que ya pasó su tiempo
y se evaporan hacia un silencio
que ya no oculta nada.
Este mundo – Ida Vitale
Sólo acepto este mundo iluminado
cierto, inconstante, mío.
Sólo exalto su eterno laberinto
y su segura luz, aunque se esconda.
Despierta o entre sueños,
su grave tierra piso
y es su paciencia en mí
la que florece.
Tiene un círculo sordo,
limbo acaso,
donde a ciegas aguardo
la lluvia, el fuego
desencadenados.
A veces su luz cambia,
es el infierno; a veces, rara vez,
el paraíso.
Alguien podrá quizás
entreabrir puertas,
ver más allá
promesas, sucesiones.
Yo sólo en él habito,
de él espero,
y hay suficiente asombro.
En él estoy,
me quede,
renaciera.
Viaje de vuelta – Ida Vitale
REGRESAR es
volver a ocuparse
de devolver a la tierra
el polvo de los últimos meses,
recibir del mundo
el correo dormido,
intentar saber
cuánto dura
una memoria de paloma.
También
reconocerse
como una abeja más,
que es para la colmena, apenas,
una unidad que zumba.
Eso, sólo una abeja más,
muy prescindible.
Londres – Ida Vitale
I
La cabeza en la almohada,
veo un cielo ajeno, enajenada
en un maravilloso sueño breve
bajo el que brevemente me transformo.
Yo soy bajo otro cielo.
Éste lo miro
como desde una mirilla subrepticia.
¿Acepto almohada y sueño?
Quizá esté yo en la mira del Gran Ojo
–esa posible almendra intermitente o nada–,
que sabe que no estoy donde debiera
y usurpo un imprevisto edén.
Será lejano ayer el hoy perfecto.
II
Ser en el intolerable hoy
o recorrer pasados como brisa
–quizás como burbuja que estalla si la rozan—:
aquel jardín donde al amanecer andaba el zorro
y yo escondía los brillos,
cuando lo memorable hubiera sido
que me robara al vuelo
la blanquinegra urraca.
DESTINO – Ida Vitale
TE habrán ofrecido la mano,
condonado la deuda,
servido,
como si fuese posible elegir ya,
parálisis o sueños.
A esta hora los dioses carnívoros
habrán abandonado el bosque;
tramposos, te han abierto paso
para que te bajes hacia el círculo,
para que te equivoques
y digas: para qué
para que viendo, ciegues,
y con todas las músicas a tu alcance
llenes de cera torpe,
triste, tus oídos.