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Sáficos – José Antonio Muñoz Rojas

Dulce reposo de mi sien cansada:
¡oh playa alegre en que mis miembros gozan,
gracia simplísima!
  
A ti los ojos de mirar cansados,
a ti los brazos de estrechar sedientos,
a ti los labios que la sed aflige,
alma y ventura.
    
Cuando la noche con su mano oprime
el pecho, y duro el corazón nos late,
cuando los dedos de lo oscuro aprietan
nuestras gargantas;
    
como los ríos que su paso alargan
por la campiña, con su gozo llevan,
igual que brisa que la mar refresca,
tu pensamiento.

¡Oh paño fino que mi sien rodea!
¡Oh sombra alegre que mi paso acoge!
¡Oh bosque entero a mi delicia abierto!
¡Oh deleznable!
  

Romance – José Antonio Muñoz Rojas

Los ecos de la verbena
se los lleva la alborada
sobre sus caderas finas
de sangre, de oro y de nácar.

Está la noche borrosa.
Están tocando campanas.

Que es domingo, niñas, hoy;
vamos a misa de alba.

Caerán los golpes de pecho
sobre la roja mirada
de aquel clavel incendiado
en tu corazón de plata.

Y dirás: “Señor, perdón”
con la vocecita clara
con que dijiste: “Te quiero”
cuando la luna alumbraba.
Y pensarás: “¡Oh! Dios mío,
tú el señor y yo la esclava”,
como pensaste en la noche:
“¡Tú el amado y yo la amada!”.
    
  

La madre – José Antonio Muñoz Rojas

Y la madre soñaba oscuramente:
Será rubio, tendrá estos ojos mismos.
Le amarán las muchachas. Una tarde,
de pronto, llorará junto a una rosa.
    
Le crecerá la angustia sin saberlo,
y cada nuevo umbral será una herida.
Temblará al traspasarlos, hijo mío,
acaso una paloma, acaso nada.
   
El viento por la frente, las caídas
hojas que se acumulan, los rumores
del corazón callados. Nadie sabe
las formas repentinas de la dicha.

Yo lo siento aquí hondo en mis entrañas
el río de tus años que me deja
una nostalgia antigua, una dulzura
vieja en mi corazón como la sangre.
    
Me hace toda ribera, toda muro,
donde lamen las aguas de tu vida.
Torno otra vez a ser niña jugando,
corriendo como niña entre las rosas.
    
¡Oh sueño en mis entrañas! ¡Oh alto río,
resonando de siempre en mis entrañas!
    
  

Yo quiero que seas todas las cosas… – José Antonio Muñoz Rojas

Yo quiero que seas todas las cosas,
y te confundo frecuentemente con los recuerdos.

Amor, ¿cómo vas a alejarte,
si no tienes dónde ir?

¿Crees que todos compartirán contigo un lecho
y que todos te esperan a cenar?

Amor, ¡no seas inocente!
Lo más que te quieren es como quieren a las aves,
lo más que te recuerdan es como a los recuerdos. 

¿Qué has hecho, amor, qué has hecho?
¿Pero otra vez te has ido?
¡No tardes! ¡Ven!

Amor, que te están esperando los de siempre… – José Antonio Muñoz Rojas

Amor, que te están esperando los de siempre.
No olvides que prometiste bajar todas las tardes a las siete.

¿Dice que el amor ha salido?
¿Vestido de tarde o de noche?
¿Desnudo?
El amor no se viste nunca.
¿Lo detuvieron tras largas pesquisas?
¿Se le acusa de asesinato?
¡Ay, amor! ¿Tú asesino?

Asesinó a dos horas que se sentaron,
al salir del reloj,
en un banco del parque;
las corrompió primero
y las asesinó después.
Será condenado a muerte.
Lo siento principalmente por los árboles
y las locomotoras.

¿Para qué servirán las hojas
y quien tiene que viajar
si desaparecen penínsulas e islas,
archipiélagos y tiernas yemas de los árboles?

¿No te acuerdas
que ahí nadie dará contigo?