En su cara se refleja
una apasionada fuerza.
En sus mejillas
se dibuja el rubor
de una ilusión inquieta,
como el iris que la rodea
cuando el pacífico
la estrecha entre sus pestañas
para que flote
libre entre los vaivenes
de la brisa.
Luego vuela entre espuma,
que acaricia sus entrañas.
Sus dedos delicados,
se convierten en
un sueño azul
prohibido como aquellas
esperanzas derrochadas
en medio de una noche abandonada
a orillas de Valparaíso.
“Madre África
vejada
humillada
pisoteada hasta las lágrimas
confía y lucha
y un día África será nuestra...”
“... ¡Ah! Como me gustaría
besar la boca de la aurora
pasear mis dedos
por la cabellera del porvenir
para que la paz y la libertad
sean universales...”
Caminamos miles y miles de años
sobre el brillo
de la arena silvestre.
Luego llegamos a pisar
las lentejuelas de un mar,
que siguen clavándose, en las orillas
de dos imaginarios
que se funden
en las escamas saladas
de un mediterráneo
que ahoga con sus brazos,
que araña con sus dientes blancos
de luna estéril,
cualquier suspiro
que se atreve a desafiar
sus entrañas
para unirse
al latido de ese laúd
que dejamos olvidado
en un rincón
de la vieja casa roja en Andalucía.
Nuestra alma nos la despojó el viento
y se quedó perdida
entre las brisas
de ese estrecho que nos separa.
Duermen olas
en el regazo de tu vientre.
Se asomó la Luna
en el manantial del estrecho
el silencio quebranta
y la puesta del sol
cada día
más noche
cada amanecer más estrecho,
y ella,
sola
entre el silencio.
Una madre, en las palmeras del desierto.
Así es el estrecho,
desierto, Luna, manantial, siempre
Silencio.
En esa noche de brisa salada
las palabras afiladas
causaron desiertos
entre las nubes,
el oído coagulado por el eco indiferente
asistía al drama danzante
que en el corazón de Oriente posaba,
como cuando la mosca
decide entregarse al agua para ahogarse
La razón surcó
todo mi pasado
desde mi más tierna y
azulada sombra.
Fue decisiva la penetrante
llovizna. Aprendimos a amar los charcos,
me mojé aquella tarde.
El sueño se concilió con la empapada noche
salí de mi cama
para llegar a mi tierna
sombra del ayer.
El exilio...
¡El exilio tiene color de nube blanca
O puede ser alquitrán exprimido!
¡El exilio está en ti
Se proyecta desde ti
Y hacia ti!
¡Te expulsaron de una oscuridad
En cuyo cielo se esparcían las llamas!
¡Para verte desorientado en una blancura
Que semejaba
Un auténtico espejo!
Donde quisiste ver reflejado
Tu rostro, tu alma, tu pasado…
Pero en seguida se hizo añicos
El espejo
Esparciéndose por todos los rincones…
¡Y NO ME ENCONTRASTE EN TI!
Yo, ahora,
¡Eh amigo!
Soy como tú
Un nuevo morisco
Huido de un gran peligro
De una fortaleza de hierro
¡Que nada la mueve
Ni vientos
Ni huracanes!
Yo soy tú ..
El exiliado en mí
El exiliado desde mí
Y hacia mí.
Yo fui expulsado del Norte
Soy el emigrado del Sur
Soy el exiliado de la fe
Y toda ideología
¡Ni izquierda, ni derecha
Conocen mi camino…!
Mi destino es él del delfín
Una huida continua
En un mar siempre agitado…
Te fundiste tú conmigo
Te diluiste en mí
¡¿En quién me buscaré yo, acaso?!
¿En quién?
¿Quién seré?
¡¿Acaso quién seré?!
¡Qué belleza volver a amanecer
adornado de chispas fugaces,
y a sus labios unir la lealtad
y la traición de la mar,
y el brillar y encender
del tiempo!
¡Qué belleza alentar
la lluvia y la tierra,
el sabor agridulce del invierno,
la sencillez de mi pueblo de pan,
con aquella su tenue fragancia
dorada de tantos y tantos lloros!
¡Qué belleza al despertarme
soñando con volver a sentir,
ver, gozar, de toda esta vida
esculpida en oro y plata pero que…
no es sólo belleza!
¡Si no nos otorgan el visado,
Siempre
Nos quedarán las pateras…!
¡¿Pero acaso ..
Quién nos salvará
De los piratas
De tierra y de mar
Y de los miles de peces errantes
Y de ciertos tiburones
Humanos acechantes?!