Archivo de la etiqueta: poesia cubana

Sensualidad – Teresa González Reina

Aquí estoy ante ti, desnuda de prejuicios.
Con esta piel ardiente sedienta de tus manos.
Yo siento en cada poro tu aliento como un nido
en la tibia espiral que conduce a tus labios.

He vencido el temor de encarcelar mis ansias.
Ya conozco el placer, pues violé sus fronteras.
Hoy siento que mi carne, como un himno, te canta
naciendo entre tus brazos con su alarido de hembra.

Desde mi piel despiertan mis ancestros sensuales,
y soy mujer y fiera derramando en tu sangre
la savia amarga y dulce que corre por mi cuerpo.

Aquí, desnuda, grito, susurro, me desangro, 
y siento en mis caderas la tortura de un látigo
vencerme, triunfalmente, con su estertor de fuego.

Ovaladas son las puertas del infierno – Reinaldo Arenas

Ovaladas son las puertas del infierno,
del infierno ovaladas son las puertas;
cada una custodiada por cien tuertas
que gritan: maldito ya estás en el averno.

Me dirás que el saludo no es muy tierno
y el porqué de la simetría no lo aciertas.
¡Bribón! Recuerda que estás en el infierno
y que compartes con incultas tuertas.

Si alguien te pregunta por la brisa
responderás emitiendo dentelladas
o contesta: ¡fogón! ¡fogón! ¡fogón!

Como ves, el infierno carece de sonrisa
y cualquier camino conduce hasta la nada
que carece también de explicación.

AH, QUE TÚ ESCAPES – José Lezama Lima

Ah, que tú escapes en el instante
en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.
Ah, mi amiga, que tú no quieras creer
las preguntas de esa estrella recién cortada,
que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.
Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando en una misma agua discursiva
se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:
antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados,
parecen entre sueños, sin ansias, levantar
los más extensos cabellos y el agua más recordada.
Ah, mi amiga, si en el puro mármol de los adioses
hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar,
pues el viento, el viento gracioso,
se extiende como un gato para dejarse definir.

Algunos poetas muertos nos plagian… – José Kozer

Algunos poetas muertos nos plagian.

Su negro abrazo nos ciñe.

Afincan, abren las fauces.

Recobran el don que perdieron.

Mis minutisas poseen.

Poseen mis saetas el calicó y la gualdrapa.

Se apropian de mi padre el sastre.

Marcan con jaboncillo (rojo) la casa del judío.

A mi madre bordando junto a un brocal usurpan.

De su útero extirpan mi voz la destejen.

Sus letras negras exudo la carcoma de sus palabras.

De sus plagios, yo. De su continuidad, mi muerte.

Ante la puerta de bronce con el guardián de caftán.

Sombrero de castor (rapada, cabeza) otra puerta de bronce.

Entre paréntesis me plagian los poetas muertos.

Entre paréntesis revuelven mis estertores.

De mis cenizas, resplandecen.

Sus negros versos ( témpanos, de carbón).

Escoria este baile de máscaras los cubos de mis ideogramas (desbordados).

Canción de amor para tiempos difíciles – María Elena Cruz Varela

Difícil escribir te quiero con locura.
Hasta la misma médula. ¿Qué será de mis manos
si les roban la magia sonora de tu cuerpo?
Difícil. Muy difícil un poema de amor en estos tiempos.
Resulta que tú estás. Feroz en tu evidencia.
Resulta que yo estoy. Contrahecha. Acechante.
Y resulta que estamos.
La ley de gravedad no nos perdona.
Difícil es decir te quiero en estos tiempos.
Te quiero con urgencia.
Quiero hacer un aparte. Sin dudas y sin trampas.
Para decir te quiero. Así. Sencillamente.
Y que tu amor me salva del aullido nocturno
cuando loba demente la fiebre me arrebata.
No quiero que me duela la falta de ternura.
Pero amor. Qué difícil escribir que te quiero. Así.
Entre tanto gris. Tanta corcova junta.
Cómo puedo aspirar la transparencia.
Retomar esta voz tan desgastada.
Esta costumbre antigua para decir te quiero.
Así. Sencillamente. Antiguamente. Digo.
Si todo es tan difícil. Si duele tanto todo.

Si un hombre. Y otro hombre. Y luego otro. Y otro.
Destrozan los espacios donde el amor se guarda.
Si no fuera difícil. Difícil y tremendo.
Si no fuera imposible olvidar esta rabia.
Mi reloj. Su tic-tac. La ruta hacia el cadalso.
Mi sentencia ridícula con esta cuerda falsa.
Si no fuera difícil. Difícil y tremendo.
Plasmaría este verso con su cadencia cursi.
Si fuera así de simple escribir que te quiero.

Y sobre todo – Carlota Caulfield

Inmutable e infinito
es tu cuerpo
de venado salvaje:
Es tu pelo
todos los árboles
Son tus ojos
todas las luces
Es tu nariz
todos los puentes
Son tus labios
todos los caminos
Es tu cuello
todas las canteras
Son tus hombros
todos los pilares
Tu pecho
todas las geografías
tus brazos
todos los vientos
Tu vientre
todas las espesuras
Tus piernas
todas las transformaciones

Inmutable e infinito:
eres

Creación – Dulce María Loynaz

Y primero era el agua:
un agua ronca,
sin respirar de peces, sin orillas
que la apretaran…
Era el agua primero,
sobre un mundo naciendo de la mano de Dios…
Era el agua…
Todavía
la tierra no asomaba entre las olas,
todavía la tierra
sólo era un fango blando y tembloroso…
No había flor de lunas ni racimos
de islas… En el vientre
del agua joven se gestaban continentes…
¡Amanecer del mundo, despertar
del mundo!
¡Qué apagar de fuegos últimos¡
¡Qué mar en llamas bajo el cielo negro¡
Era primero el agua.

De que callada manera… – Nicolás Guillén

¡De que callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera la primavera !
¡Yo, muriendo!

Y de que modo sutil
me derramo en la camisa
todas las flores de abril

¿Quién le dijo que yo era
risa siempre, nunca llanto,
como si fuera
la primavera?
¡No soy tanto!

En cambio, ¡Qué espiritual
que usted me brinde una rosa
de su rosal principal!

De que callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera la primavera
¡Yo, muriendo!

Helena o la otra cara del silencio – Odette Alonso

Sentada ante la rueca
Helena piensa en Paris.
Sus hijos crecen
y Menelao dormita entre las mantas
en un rincón desde donde la mira a veces.
Ella hilando la rueca
está pensando en Paris
la hermosura y el pánico
y tal vez una lágrima o un pálpito
mientras el hilo corre entre sus dedos
y Menelao dormita
y sus hijos persiguen mariposas
y Paris es un sueño que el tiempo le devuelve detenido
engalanado vencedor de nada
en esta dulce tarde en que Helena está hilando su recuerdo
con una limpia lágrima o un pálpito.