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Es como levantarte con los ojos… – Leopoldo de Luis

Es como levantarte con los ojos,
con las húmedas alas de los ojos,
al imborrable cielo del recuerdo.
Pasan nubes oscuras, tristes pájaros.
Lentamente tu nombre al fin se queda
solo, desnudo, inmóvil, imposible,
como estrella varada.

Y nombrarte es dolor. Reconocerte
después de cada tarde, como el sueño,
es el dolor diario. Cruzo absorto
calles hacia la angustia de la nada,
entro en casas desnudas,
hablo a seres extraños, torpemente.

Reconocerte es triste, como es triste
siempre identificarnos lo más nuestro
inútilmente cerca, naufragando
en la luz impiadosa de los días.
Entramos y salimos de nosotros
abandonando siempre lo que somos,
esa sola verdad que nos habita,
apaleado perro en las veredas
por las que transitamos sordamente.

Sentirte cerca duele, como duele
siempre palpar la herida que no cura.
Sentirte en lenta huida hacia la tarde
con un dolor solar sobre los párpados.

Veo a veces tu cuerpo como un río,
como un río pasando mudamente
el puente de mis años, por mi pecho.
Y en un heroico cielo, siempre inmóvil,
só1o tu nombre, herido de memoria.

En esta soledad me estoy poblando,
haciéndome de bosque y fronda hirviente.

Una renunciación acaso sea
más que segar la pretendida rosa
brotar oscuros árboles de sueño.

Presa fácil – Lorenzo Oliván

Tu sueño forma un quieto remolino
que absorbe lo que cae en su constante
girar sobre sí mismo y lo conduce al centro
de su propia espiral vertiginosa.
Sobre la superficie de tu cuerpo
dormido, hay un abismo a flor de piel.
Eres materia, forma resaltada,
pero, a la vez, lejos de ti te ahondas.
Así te quiero, intensa cifra oscura
de ese misterio que te sobrepasa,
imagen fiel de la contradicción,
aire y plomada, horizonte y roca.
Detrás, detrás del indefenso aspecto
de tu belleza hay el mayor peligro
al que unos ojos pueden asomarse:
pareces presa fácil, cazadora.
Ya he caído en tu trampa, sobre el borde
del mirador que eres, sólo veo
tu vértigo, los círculos que trazas
en tomo a mí, tus envolventes órbitas.

El círculo – José Ángel Valente

Estaba la mujer con sus dos senos,
su única cabeza giratoria,
la longitud de su sonrisa, el aire
de estar y de alejarse sabiamente fingido.

Estaba rodeada de sí misma,
de admiración opaca y compartida,
bajo la oscura luz de las miradas.

La complacencia del estar henchía
de estólida ternura los objetos cercanos.

Estaba en pie sumándose a su cuerpo.
Las palabras sonaban conllevando sentidos
superfluos y crasos.

Giraba la mujer.

Rebasaba su órbita
como un pronunciamiento
de todo lo que es bello,
vacío, ritual, sonoro, triste.

CIMA DE LA TRANSPARENCIA – Alejandro Duque Amusco

Fuego es el tacto, y luz. Con la ansiedad
de lo que nunca llega, los amantes
una alianza entre sus manos forjan.
El mundo es una piel estremecida,
qué senderos secretos. Cada poro
yergue su cráter deslumbrado al roce
de marfiles, de sedas fugitivas.
En las pupilas -dilatadas- mil
figurillas arracimadas danzan
con ardorosa placidez. Destellan.
El tacto es fuego y luz, y ellos lo saben.
Arder, arder en el amor. Perderse
en el amor hasta el primer origen,
cuando era el agua el légamo del tiempo
y allí la noche en su platillo de astros.
Cada abrazo retrae a los amantes
hasta la cima de la transparencia.
Pureza. Anulación. Placer: tu nombre
es Nadie. Nadie los entrelazados
cuerpos fluyendo en la delicia ardiente.
Nadie la carne, trémula entre esquirlas
de luz y de dulzura. Amor es nadie.
La llama crece y viva los devora.

Los amantes se dan oro de olvido.

Parábola de este mismo lugar – Jaime Siles

El que camina y va
y el que regresa

El que está en un lugar
y el que ha venido

El que está inmóvil
y aquel que no ha tornado

El que sólo es el tiempo
de un espacio distinto

El que nunca es el tiempo
ni tampoco el lugar

El que es y no es
el que será y ha sido

El que era agua
y ahora es sólo aire

El que era tierra
y ahora es sólo agua

El que era aire
y ahora es sólo tierra

Informan la materia
de este mismo lugar

donde el que es ya era
y el que será ya ha sido

porque son la materia
de este mismo lugar.

No hay palabras – Juan Luis Panero

Tocas un cuerpo, sientes su repetido temblor
bajo tus dedos, el cálido transcurrir de la sangre.
Recorres la estremecida tibieza,
sus corporales sombras, su desvelado resplandor.
No hay palabras. Tocas un cuerpo; un mundo
llena ahora tus manos, empuja su destino.
A través de tu pecho el tiempo pasa,
golpea como un látigo junto a tus labios.
Las horas, un instante se detienen
y arrancas tu pequeña porción de eternidad.
Fueron antes los nombres y las fechas,
la historia clara, lúcida, de dos rostros distantes.
Después, lo que llamas amor, quizá se torne forzada promesa,
levantado muro pretendiendo encerrar,
aquello que únicamente en libertad puede ganarse.
No importa, ahora no importa.
Tocas un cuerpo, en él te hundes,
palpas la vida, real, común. No estás ya solo.

Huelen las rosas – Leopoldo de Luis

Sobre la mesa han puesto un barro humilde
con unas rosas que lo justifican
igual que justifica el hombre
un claro destello, una esperanza, una sonrisa.
Huelen las rosas, y sentir su aroma
también es dar constancia de la vida,
es percibir la realidad que llega
en su increíble y breve maravilla,
huelen las rosas, qué delgado mundo
de fragancia nos llega en su caricia,
qué prodigioso mecanismo se hace necesario
hasta dar con esta mina sutil de olor,
cuántos secretos reinos botánicos,
qué incógnitas provincias de vegetal acción,
desde la tierra suben elaboradas, resumidas,
adelgazadas hasta lo indecible
para ser un milagro entre la brisa de la mañana,
un invisible copo de aroma hacia la tarde,
un terciopelo de perfume solar al mediodía.

Trabajaron obreros diminutos y subterráneos
por las galerías donde la gota de agua
y las substancias germinales se alían.
La nieve puso un dedo entre los labios,
el viento golpeó las ramas niñas,
deshilvanó la lluvia sus collares, y entre tanto,
en la arcilla, porosa y maternal,
manos minúsculas manipulaban
ciegas en la alquimia del delgado perfume de las rosas,
para que al fin se derramara un día
desde esta mesa en la que he puesto un barro humilde,
y nos regale su delicia. ¿Porqué?¿Porqué?
¿Las hemos merecido?
¿Merecemos que sea así la vida tan hermosa y fragante,
que penetre por los sentidos su verdad sencilla
tan misteriosa y generosamente?.
Algo hay que nos responde por las rosas,
una respuesta de perfume, escrita en el aire,
las cosas que manejan nuestra manos
¿porqué han de ser distintas de los rosales?
Con amor ¿por qué no son también aroma concedida?
Vivir no es mas difícil que un rosal,
lo que anula su aroma es la injusticia.»

Poema de amor – Álvaro Valverde

De verdad es ahora
cuando te reconozco.
Sólo a través del sueño
tus contornos son nítidos,
oigo clara tu voz,
recupero tus gestos
y tu lenta presencia
como el lento mecerse
de las aspas que giran
sobre nuestras cabezas.
Con la misma demora
con que tomas un baño
al final de la tarde.

Te conozco en la oscura razón
que sucede a la noche,
en la frágil frontera
de la luz, cuando el tiempo
es más real que nunca
o eso, acaso, parece.

A tu lado, aunque lejos,
tan en ti como ausente,
reconstruyo velado
tu otro rostro invisible,
el que en la edad dé forma
a la que en sueños eres.