Soplé en tus ojos. Luego dije: ‹‹Toca
la luz, mira la vida, cara a cara››.
Alma mía, obra mía, con mi vara
hice manar el agua de tu roca.
Sé libre, alma fluvial. Ve: desemboca
en el mar vasto, canta y sueña. Para
en un remanso, una mañana clara,
donde el amor venga a besar tu boca.
Pero tú te has negado a tu destino.
Cantando huías –eras libre–, el vino
se derramaba de los odres llenos.
Y tú bebiste hasta saciarte. Ahora
no precisas de mí, mi creadora.
Eso era todo. Nada más ni menos.