No querré otra ventana que la noche,
ni otro dosel que cubra mi esperanza
que el viento de la sierra
dialogando en mi pecho con la rama
del árbol más cercano.
Pondré como almohada
la ausencia de dolor en el recuerdo,
y apoyaré mi cuerpo en la cansada
labor de cada día…
Al conjuro temprano de la escarcha
se alejará mi muerte por la senda,
y Lázaro seré cada mañana
repitiendo el milagro de la noche
vencida en la dialéctica del alba.