En el interior del automóvil
ella imagina nubes, semáforos, zapatos.
La luna —hoy color afluente— guiña sus cráteres,
entrecerrando su luz.
Junto a ella, él piensa en regalarle
el corazón de un oso de peluche,
brillante como una vela derrumbándose.
Y eso les recuerda
el calor de las gominolas en su bolsillo,
ya descalzos.