Alguien está soplando entre los árboles
con sus pulmones de cristal.
Un hombre va de esquina en esquina
encendiendo las luces en los rieles
y un niño patina en el parque
y va sonriendo como
si le hubieran nacido alas
encima de su camisa,
y otro niño se mece en un trapecio,
y pasa un hombre descalzo
y otro está sentado en el atrio
y alguien quema su basura.
De la torre ha huido un pájaro
porque están repicando las campanas.
Un barrilete ha aparecido en el cielo
encima de los techos y los árboles
y hay un anciano en la puerta de su casa.
En el cielo hay una mano
cerrando todas sus puertas
y abajo un pueblo queda encendido
entre sus casas y sus hombres.
La luz azul de un avión
se va lentamente desplazando
y los niños la saludan con las manos.
Un niño ha guardado sus patines
y se quitó sus alas de la camisa.
Otro abandonó el trapecio,
y alguien perdió su barrilete,
que quedó suelto en medio de las nubes.
Una muchacha dijo “adiós”
en todas las esquinas
—adiós,
—adiós,
pero a mí no,
no me dijo “adiós”
porque vio que tenía
tomada de las manos
a esta tarde de Masatepe.