¡Dolor del alma por quererte!
En la noche de viento azul
oigo temblar los dulces árboles,
y me traspasa su rumor.
Los árboles, que al mediodía
eran la tierra puesta en pie,
copas de sombra y abandono
alzan a la inefable luz.
Quizá nostálgicos por eso,
por el lejano palpitar
de las estrellas desoladas,
cuya ternura late allí.
(Tibio es el cuerpo, interior, solo
como un astro en la oscuridad;
como una rosa adormecida
en el alma que la soñó.)
El aire pasa suspirando,
¡tan ciegamente, sin saber!
Toda la noche, inexplicable,
se parece a mi corazón.