Carmen del valle de estío – Eugenio de Nora

Yo estaba en la pradera, junto a los grandes álamos,
y en el aire sereno, acariciante,
venía la fragancia de los juncos y el trébol,
venía, como si alguien la esperase.

¡Ah plenitud del valle, pecho del horizonte!
Los susurros, los suspiros del río,
llegaban a mi alma, desde el agua con cielo,
como si yo fuera sonoro, como diciendo pensamientos míos.

En las briznas pisadas, en las hojas
que tiemblan si las apartamos,
en las sombras más tibias, algo había,
algo quedaba de mi corazón, antiguo y cálido.

Y yo estaba en la tarde solo, pero con un cariño
reflejado ya en todo, completo;
¡oh maravilla feliz, encontrar a través de la tierra
con nosotros, presente, el amor ofrecido tan lejos!

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