No sé esculpir el verso, pues prefiero
la paloma que vuela a la que mira
su graciosa silueta cincelada
sobre un rico cristal.
Palabras en reposo no las quiero,
ni la belleza estática me inspira;
me gusta la que colma, derramada,
su cauce natural:
el grito de liberación del río
que invade el mar; el bosque cuando canta
su agreste sinfonía a toda orquesta;
la euforia del volcán...
y vuela desbordado el verso mío
para el hombre que lucha y que levanta,
sin que le estorbe el miedo, su protesta
con los que piden pan.
De los jardines mágicos, dolientes,
bañados por la luna y por el frío,
de indolente belleza refinada,
no brota mi canción...
delante del rosal, indiferentes,
corren mis pensamientos como un río...
mas nunca desatienden la llamada
que angustia el corazón.
Y así son las palabras que os entrego,
dictada por el ansia y la certeza
de que un día vendrá para el hermano
que hoy sangra de sudor...
palabras que os entrego con un ruego:
que las tiréis si, bajo su corteza,
no tropezáis con la caliente mano
rendida del amor.