No te enojes, bien mío, no te alteres,
vive entre los deleites singulares
y deja los disgustos y pesares
a la clase común de las mujeres.
Tú eres Deidad y tan divina eres,
que se van a tus pies y a tus altares
las almas y las vidas a millares,
a darte en sacrificio los placeres.
Tuyo es el Mundo y tuyo es Cielo mío,
el Cielo con las bellas impresiones
que te dieron la Gracia y Señorío.
Trátalo bien, no lo ajes, ni abandones,
que para todo tienes albedrío,
mas no para alterar tus perfecciones.