Llamarla mía y nada todo es uno
aunque naciera en ella y siga a oscuras
fatigando sus tristes espesuras
y ofrendándole un canto inoportuno.
Juré sus fueros en Guemica y Luno,
como mandan sus santas escrituras,
y esta tierra feroz, feraz en curas,
me dio un roble, un otero y una muno.
Y una mano —perdón—, mano de hielo,
de nieve no, que crispa y atiranta
yo no sé si el rencor o el desconsuelo.
Y una raza me dio que reza y canta
ante el cántabro mar Cantos de Lelo.
No merecía yo ventura tanta.