Archivo de la categoría: Aurora Luque

Fecha de caducidad – Aurora Luque

Con el traje de junio		
la vida se mostraba casi dócil		
entre toallas verdes y amarillas		
y lycra luminosa compartiendo		
fronteras con la piel. Olor a mar templado		
y la pereza cómplice		
de olas y bañistas: era propicio hundirse		
en esas lentejuelas soleadas del agua		
o en las selvas pintadas sobre los bañadores,		
desmenuzar el velo finísimo de sal		
de unos hombros cercanos		
y posponer la noche y su aventura.		
Parecía la vida un puro litoral		
pero avanzó una sombra:		
al borrar con saliva la sal de la mañana		
pude ver la inscripción junto al omóplato:		
FRUTA PERECEDERA. Consumir		
de preferencia ahora. El producto se altera fácilmente,		
antes que los deseos. No se admiten		
reclamaciones.

Insomnio – Aurora Luque

La noche desemboca su latido		
en un río de noches caudalosas.		
Turbio y efervescente,		
un minuto es afluente de un minuto.		
Aceptas el insomnio como un libro		
de páginas sin fondo cuyas letras		
resbalan hacia fosas submarinas.		
Qué atrocidad vivir, qué enloquecido		
temblar en los rincones de las horas.		

Si la muerte tuviera guardarropa,		
dejaría los guantes del lenguaje		
para frotar la nada con los dedos.

Tópico – Aurora Luque

Ya no atrapes el día -no se deja,		
no es tan fácil ser dueño del presente,		
persistir en la dicha o detenerla		
para el trámite mínimo		
de asignarle palabras.		
Y ni al acariciar		
las sienes o los pómulos o el pecho		
que con furia deseas, cuando la luz parece		
palparse con las yemas de los dedos,		
estás lejos al fin de los vampiros:		
la Utopía, el Vacío, la Memoria.		
Amas para escribirlo solamente,		
la dicha pide a gritos que un recuerdo		
del futuro la abrace y la duplique.		
No corras tras el día. Si no lo acosas puede		
que se tienda sumiso		
de noche en tu regazo.

Carpe noctem – Aurora Luque

Carpe noctem, amor. Coge el brusco deseo
ciego como adivino,
los racimos del pubis y las constelaciones,
el romper y romper
de besos con dibujos de olas y espirales.
Miles de arterias fluyen
mecidas como algas. Carpe mare.
Seducción de la luz,
de los sexos abiertos como tersas actinias,
de la espuma en las ingles y las olas
y el vello en las orillas, salpicado de sed.

Desear es llevar
el destino del mar dentro del cuerpo.

Acuarela – Aurora Luque

Hay viajes que se suman al antiguo color de las pupilas.
Después de ver la isla de Calipso ¿es que acaso Odiseo
volvió a mirar igual? ¿No se fijó un color
como un extraño cúmulo de algas
en sus pupilas viejas? Lo mismo que en los pliegues
mínimos de la piel
se fosilizan besos y desdenes, así los ojos filtran
esa franja turquesa del mar que acuna islas,
medusas de amatista, blancura de navíos.
La piel es vertedero de memoria
lo mismo que el poema. Pero acaso unos ojos
extrañamente verdes de repente dibujen
empapados de luz
un boscoso archipiélago perdido.

LA LEYENDA DEL CUERPO – AURORA LUQUE

Reconstruir un cuerpo
fragante en la memoria:
ingresa en el recuerdo semidiós
y en el olvido, viento.

El tacto: narraciones
de una teogonía suficiente:
ninfas en la saliva, los mensajes
de iris en la sangre, el asediar
de amazonas, cuantas alegorías
quisiéramos del fuego, la conciencia
suprema de la piel.

El cuerpo amado nunca
es solamente un cuerpo.

Las dudas de Eros – Aurora Luque

Montale: los limones fulgentes, entrevistos
en un patio de invierno:
le trombe d’oro della solarità.
No quiero más palabras para eros.
Dejadlo mudo: no crezca su lengua.
No ciego: vea, cante y aprenda con los ojos.
No le des más palabras.
Si lo metes en cartas, en versos o en susurros
de alta noche,
lo desangras, lo pudres,
lo embalsamas.
No tenga voz, y viva
como los limoneros absortos de Montale.

Interior – Aurora Luque

A menudo converso con mis sueños.
Los invito a salirse de la noche
y se sientan, con trajes neblinosos,
junto a mi mesa sucia de papeles.
y les pregunto sobre su sintaxis
porque se ofenden si hablo de semántica.
Hoy he recuperado de sus manos
un fragmento de ti tan exquisito .
como una noche de junio en Gil de Biedma,
un otoño de Keats o aquel sabor a polo de naranja
de las viejas mañanas de domingo.

Azuloscuro – Aurora Luque

No sé si te parece paradoja
pero quizá no mienta si declaro
la inmensa inteligencia del deseo:
las lentas odiseas por tu cuerpo
en el sabio navío de la búsqueda
en todos los senderos tan exacto,
propicio a saturar, con islas encendidas,
las nostalgias antiguas.

Azuloscuro y sabio es el deseo,
lira que desde lejos obligase a la danza,
a componer un himno de latidos:
la sola inteligencia de vivir
en deseo perpetuo de naufragio.