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El huésped – Juan Gelman

La ciudad inmóvil brilla bajo la luna,
alguien sin embargo ha encendido mi corazón,
arde contra el silencio de las viejas paredes.

Sólo este fuego me acompaña en la ciudad nocturna y fría,
es la ciudad a la que siempre entro por primera vez,
se calla frente a mí como un desconocido.

Alguien sin embargo me ha amado antes aquí,
sobre estas piedras nos besamos a través de la noche,
alguien también tembló por mí bajo las madrugadas de ceniza.

La impiadosa ciudad nunca da coartadas,
quién sino ella ha encendido este fuego.

La cosa – Juan Gelman

Bajo las líneas que aquí yacen
hay una criatura acostumbrada a combatir
contra el dolor, contra la muerte.

Tal vez por ello amó melodramas,
historias lamentables de sus contemporáneos,
con desesperación, como se dice.

Como un borracho lento caminó por las calles,
tambaleó sosteniendo el peso de la vida,
de su rostro sólo supo cómo ya no iba a ser.

Ese rostro besaba entre el oleaje de la noche.

Esta Oración – Juan Gelman

Bajo la noche tiemblan mis cenizas, amándote, llamándote.

Cómo la soledad vino creciendo, oh gran señora del amor,
lejos estás, estás sola de mí.

De tu nombre entro al día sin embargo,
inventaron mi boca para decir tu nombre.

La luz que sube de tu nombre.

Tómame
no me dejes
ya que me has hecho mayor que mi muerte
Cuba

mi tristeza de ti va encendiendo la noche,
mi alegría de ti va encendiendo la noche.

Poemas con el hijo – Juan Gelman

   Dice la palabra poesía por primera vez

¿Sabes el tiempo, todo el tiempo,
entre esa palabra y tu tiempo?

¿Sabes el aire, todo el aire,
entre esa palabra y tu aire?

¿El mar, acaso, sabes, el dolor,
el amor, la tierra, la muerte,
sabes,
entre esa palabra y tus finísimos hilos?

¿Llegó hasta ti como una magia,
como una vejez de pronto?

¿Mojó con agua delicada
tu agua, la purísima, la quieta?

¿Te coronó de viva luz?
¿Puso en tu voz harinas dulces?

Quién dirá alguna vez lo que sucede
cuando dos niños se besan.


Pregunta qué es el agua

Olvido, olvido.

Un largo camino puro hacia el olvido.

Una joven memoria del olvido.

Una lágrima sola
mirando y olvidando lo que somos.

Lo que olvidó, lo que olvidó la muerte.

Hasta que la dijiste.

Que podrá ser ahora que tu temblor es dentro de ella.


Sonríe

¿Y alguna vez he sonreído así?
¿Fui como tú de luz, candor que tiembla?
¿Supe dar la mañana, confundirla,
equivocar al mundo?

¿Fui como tú despertador
de la ternura quieta? ¿Agua capaz?
¿Detuve al aire, al gran maestro?

La pureza más desnuda es en tu boca
y avergüenza.

Ángeles, ángeles.
Quien dice que los vio, nunca los vio.

El que los ve se canta para adentro.


Digo cómo lo quiero

Caminarás, caminarás.

Cielo, aire con nombre,
hijo a quien digo hijo sin saber,
sin comprender, y no,
cómo pudo ocurrirnos la pureza.

¿Qué agua secreta dimos a beber al amor?
¿Qué intocada sustancia
teníamos aún, qué cosa, qué,
pudimos dar acaso? ¿O el amor?
¿O el temblor de la dicha que soñamos?
¿O abril que regalaba su misterio?

Caminarás, en cambio.

Pondrás tus ojos a mirar el mundo
impuro, impuro todavía.

Mucho más que quererte:
suelo amarte con pena.

Los niños – Juan Gelman

Les agradezco estar, amanecer.
Puros, azules, limpios, asomándose
detrás de la camisa, con la sonrisa puesta,
el pájaro en su sitio, el asombro en su lugar.

Bajo sus delantales la ternura hace ruido,
y todavía creen en el aire,
en la flor, en el cielo, en los rincones.

¡Vivan! ¡Vivan los niños y su gran campana,
tocando a muerto, a hombre, cuando crecen!

Dejad entonces, ciegos, que yo vaya a los niños.

Voces – Juan Gelman

eugenio triste era un
triste que a veces preguntaba
si solamente era verdad
la lejanía el cierto olvido
más cierta la hoja seca que
el brote nuevo preguntaba
eugenio el harto mi reDiós
de tanta técnica o científica
o máquinas que nunca le
devolvieron la mujer muerta

de su mujer nacían números
otros abstractos sin calor
color olor o simple vida
a modo de ruido insolente
o gran saliva en el amor
o equivocadas dolorosas
las dos distancias que se ataban
o ardían sin cuidar el arte
del rizo o raso sobre el labio
sin cuidar fuegos como lujos

ah camarada en la tristeza
linda podrida del revés
le subían exactitudes
planetas ya vacíos como
los vestidos sin cuerpo donde
amarilleaban los aromas
los encuentros los desencuentros
que hubo o hubieron como hubiesen
o celebrando la pasión
o las porfías espantosas

eh camarada triste triste
eh triste eugenio raro es
el mundo el barro el río el tiempo
que te dio vuelta el rostro para
que te miraras el través
la espalda que latía bajo
el diente que le hincaron y
agujeritos como perros
que no respetan dioses se
cubren de dorados ungüentos

¿también a usted lo preocupaba
el rigor mortis conturbat me
a manera de perfección
de grande pájaro en su luz
quieto en innúmeras regiones
del corazón acomodado
mientras rumores en la noche
crecían como desamparos
y se desceñían los mirtos
que lo honraban especialmente?

ah caballadas del pesar
lo galoparon o dejándole
un gran polvo en la boca o
una verdad como una furia
o sea como una tristeza
le taparon el ojo del
alma como se dice y un
tajo hondo le dejaron donde
pasa volando el amor de oro
¡oh niño tierno ciego no!

con eugenio hicieron un vuelo
que buscaba una amiga dulce
para dormir para dormir
de las que ven la luz del sol
no tienen doble la salud
y fluyen como ríos como
los animales en su pico
gallos que anuncian la mañana
también para el silencio hay
una recompensa sin riesgo

¿cuándo levantarás un palo
con tu pedazo ya mitad
en los cajones de la cielo
y no apagando nunca lámparas
como cenizas triste triste
y de las manos te salieran
toda la ausencia como miel
la dolor como suave pájaro
la sufrimiento como mundo
y el adverbio con yerba encima?

así quisieron verte eugenio
los insectos alados que
por los caminos más oscuros
las algas viejas las ballenas
las dos maneras de la mar
los matrimonios instantáneos
buscan comer vírgenes suaves
goletas delirantes antes
de convertirse en sus retratos
como espectros los más humanos

ah pobres de la tierra nunca
terminarían de pagar
himnos que hacen brillar al sol
como bandidos que vigilan
viejos tesoros escondidos
puros terribles como plantas
curanderas del corazón
para el eugenio triste triste
al que jamás le devolvieron
la esposa muerta muerta muerta

ojos orejas para quién
boca nariz hacia qué carne
y así el eugenio se encerró
como rodeado de injusticias
se le caían astros antiguos
que él no iba a levantar
y una silencio lo envolvió
que lo hizo hablar por una vez
sin saber quién lo trajo o
como empezando su defensa

cuando sus palabras se hundieron
en la tierra que lo esperó
aún tuvo tiempo de mirar
la luz que le subía del pecho
afirmando que todo es muerte
afirmando que todo es vida
como una última mujer
o esposa con la que bajara
ya libres de escaleras por
lo que come a buenos y a malos

Ciudades – Juan Gelman

Así, ternura de Lisboa en medio del espanto.
El mundo está nublado, menos aquí
donde se adensa la tristeza del mundo.
¿Tanta luz dejó el ángel que vuela
hacia la suspensión de la infancia
en el hueco de un canario dormido?
La lengua vive en la boca
calcinada por la curva del sol.
Junto al río o tajo que habla con la ciudad
hay algo de lejano implacable
en que pase lo que no pasa.
¿Cómo se ata lo que soy para mí
con lo que no soy para mí?
Aquí me cansa la muerte, que no tiene nada adentro,
y por mi cuarto se pasea uno que usa mi pasado.
Ah, transparencia mecida por
la huella de animal
que busca lo encontrado. Decires
que velan lo que muestran. Lenta
felicidad de calles contagiadas
de lo que no se espera.

La rueda – Juan Gelman

El arco o puente que va
de tu mano a la mía cuando
no se tocan, abre
una flor intermedia.
¿Qué toca, qué retoca, qué trastoca
ese vacío de las manos
solas en su fatiga?
Nace una flor, sí,
se agosta en mayo como una
equivocación de la lengua
que se equivoca , sí.
¿Por qué este horror?
En la página de nosotros mismos
tu cuerpo escribe.