Nadie te lo dice, pero un día aprendes: en el juego del instinto, cuanto menos quieres hundirte, por salvarte más te hundes.
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Devastación – Julia Santibáñez
Me disculpo por esta fiebre
como quien pide perdón
por un terremoto
que no pudo evitar.
Mar de fondo – Julia Santibáñez
La tarde aún no se acuesta
y el mar bate en el acantilado
a coletazos de espuma.
Me acerco a la orilla del peñasco.
Flexiono las piernas,
alistándome a saltar
como un suicida
que codicia el mareo del viento,
los nudos de agua que retumban.
Pero conozco un espasmo más fino:
enderezo el cuerpo,
bajo los brazos,
aferro los dedos de los pies
al borde de piedra.
Y me quedo ahí,
hasta la noche.
En campaña – Julia Santibáñez
Dañada de guerra
piel en jirones
manos cansadas de apretar
busco quien me algodone las heridas
las balsame y medicine.
Enflaquecida
sobre un catre suplico
alguien que gase mis pechos arañados
dulzure las escaras de mis piernas
unte de aceite mi sexo adolorido,
exhausto de lances y derrotas.
Responde sólo el eco.
Profecía – Julia Santibáñez
Ven. Seremos.
Sofoco – Julia Santibáñez
Adolorarse
el cuerpo de estar solo
de andar hecho una mueca
exprimido por dentro
harto de llevarse puesto
y sobrarse
tan poquito de alma
tan sin sombra.
Entre almohadas – Julia Santibáñez
Amo
toco el fondo de mi carne fiera.
Sobre el lecho inflamado y en silencio
te necesito
eterno de quien ignoro el nombre.
Tras mamar el pecho suave
el niño llora
siente no sé qué hambre callada.
Como a él, a mi otra carne
insaciable
le apeteces.
Culto – Julia Santibáñez
Yo creo que eres Dios.
Tú crees que eres Dios.
Ambos somos devotos de ti.
Tumultuosa – Julia Santibáñez
Porque no entiendes nada
muerdo un reproche
y lo escondo en mis pliegues
y espero ahí
porque no te puedo decir
que quiero ser tu amante
tu amiga o tu mujer
o todo lo que pueda ser contigo
menos tu nada
porque ya te estás yendo
y me quedo arrumbada
y quiero ser yo
por una vez
quien decida cómo hundir las uñas
a ver si entiendes
cuánto miedo cabe en un cuerpo
Pasajera – Julia Santibáñez
De tu trozo de mundo eres dueña,
niña de agua
que tiempo dentro te anuncias.
Con retumbos y piruetas
le borras a mi talle toda forma.
Pesas mis pechos, los estrías,
me amasas como quieres las costuras
hasta que un día,
soberbia, ocupes tu silla
y me dejes hecha una tonta,
sin poder reconocerme en mi cintura.