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Este mínimo sol que te acompaña,… – María Sanz

Este mínimo sol que te acompaña,
su manto desvaído,
recubrió tu tenaz melancolía
hace ya muchas tardes, muchos versos.
Entiendes asimismo la presencia
de la rama desnuda y su naufragio
a orillas de un invierno sin salida,
igual que ese abandono
donde la lluvia nace
y enluta su temblor recién caído.
Pero este sol, atado a tu costumbre,
decide en solitario
el modo de llegarte
hasta abrirse por ti, crear memoria
de cuanto iluminabas
hace ya muchos días, muchos sueños.
Nada explica tu suerte.
Hay ausencias que acogen, hay vacíos
llenando la razón hasta perderla.
Pero este sol de ayer, acompañante
de tus mañanas grises,
deja sangrar despacio,
consigue que ya seas lo que sientes. 

A quien sabrá perderme y acabarme – María Sanz

Aunque siempre viviste
con préstamos de amor, por cuenta ajena,
tú también necesitas
mirar alguna vez la luna llena
a través de los árboles;
perder el poco tiempo que te queda
buscando esa palabra
que significa todas las respuestas.
Te hace falta un milagro,
pero ¿en brazos de quién, qué primavera
vestirá lo desnudo
de esas cuatro paredes que te encierran?
Tú también eres noche,
ardiente oscuridad. Un hombre llega
tan sólo para darte
esas buenas razones de su ausencia.
No hace falta que pidas
más préstamos de amor a quien se acerca
procurando, inmutable,
que no termines de pagar tu deuda. 

Incertidumbre – María Sanz

Con quién te jugarás este poema,
si aún no ha despejado
su incógnita de suerte...
Sólo colma el principio que desoye
la melodía innata,
un trayecto de granos aventados
sobre el dócil terreno
que tantas horas fue su lenitivo.
Por quién escribirás esta agonía,
si aún te sobra noche
para buscarle a ciegas...
Sólo alzas la pluma entre tus dedos,
terrible imitación de lo sagrado,
mientras vas reflejándote,
sin rostro,
en un papel vacío
donde aún no has firmado tu sentencia
de vida retirada.

Y no vas a ser tú – María Sanz

Te has inventado un hombre que no existe,
ese hombre que sólo reconoces
lejos de la barbarie,
inmune a lo mediocre y a su causa.
Continúas buscándole,
mientras el arcoiris
es toda su mirada,
cuando aclama la vida
tu soledad en plena muchedumbre.
El hombre que deseas,
ése de cuyos brazos
nada terminaría de arrancarte,
hace tiempo que huyó del Paraíso,
que encuentra cada noche
la mujer de sus sueños,
y no vas a ser tú, precisamente,
con tanto Brahms y tanta poesía. 

Nadie te ha dado nada – María Sanz

Nadie te ha dado nada, tú lo sabes.
Y lo entiendes mejor cada mañana
cuando abres tu vacío a los primeros
rayos del sol. Entonces agradeces
tener por toda herencia tus sentidos
para ese instante alado de gorriones
que te hace despertar, para ese aroma
florido de la brisa más temprana.
Y lo entiendes mejor. Sabes que el tiempo
acabará con toda pertenencia,
con todo lo que aún no se posee,
y hasta con esas luces que te inundan
de su clara verdad. Nadie te ha dado
más que órdenes, leyes y consejos
a seguir, por las buenas o las malas;
tristezas en la noche, frases hechas,
remedios inservibles contra el frío
y un poco de otras muchas vanidades.
Pero tú lo agradeces. Así nunca
tendrás que devolver ciento por uno
de tales donaciones. Y lo entiendes
mejor cuando te acuerdas de ese día
en que habrás de partir, dejando sólo
unos versos escritos como ejemplo
de tu digna pobreza. Nadie cumple
más deseos por ir con su abundancia
sobre los hombros, por tener sus bienes
a salvo de un fracaso inoportuno.
Por eso, vive en paz con tu vacío,
con la luz matinal, con este aroma
de soledad en flor, con el silencio
que igual que tú, sin nadie, fructifica. 

Anónimo del siglo XX – María Sanz

Después de que el deseo
le mostrara el camino hasta mi alcoba;
cuando hubo traicionado
su ser la soledad inconfesable,
y mientras que el silencio,
arrinconado en los pasillos, era
el único testigo,
alguien llamó a la puerta de repente.

Después de que la noche
palpitase en mi cuerpo, yo advertía
que aquel sujeto anónimo
marchaba del umbral de su aventura.
—Ah, mujer imposible...—
Mala suerte. Jamás cierro con llave. 

Ponente – María Sanz

Fugaz está la luz en mi turgencia,
fugaz en la mirada que me vuelve
paisaje enrojecido,
con un hombre a la espera
del aire que desplazan mis destellos,
cuando va la ciudad a hacerse noche
dejándose acunar por fuegos fatuos.

Los brazos vespertinos
me han rendido despacio, mientras sigue
la anónima mirada
vagando por las calles,
buscando mi turgencia
rosácea, que le alumbre mientras muere
su luz de cada día. 

Hombres al natural – María Sanz

Son seres grises,
inequívocamente masculinos,
que lo mismo me envían
algún ramo de rosas
con cuatro plenilunios de retraso,
que intentan sorprenderme
al llegar en su lata
(léase coche) último modelo
donde se sienten mágicos.

Seres brillantes,
portadores de un agua de colonia
que anuncia su presencia
con cuatro primaveras de adelanto;
hombres al natural, de calle y riesgo,
que buscan evadirse
llevándome a cenar. Puedo ingerirlos
antes de que caduquen,
pero se me indigestan
media hora después, y no merece
la pena estropear esa velada.

Madre Naturaleza,
los pones a mi alcance, y agradezco
tus sabias intenciones.
Pero yo siempre he sido
inequívocamente femenina,
y declaro ante ti que cada vez
es mayor la distancia que nos une.

Teoría de la verdad – María Sanz

La verdad es que nada
de lo que yo quería
ha buscado mi techo
más de lo necesario,
ni remedió mi suerte
mejor que la tristeza.
Lo cierto es que no tuve
la verdad por delante
sino era en el fracaso
repentino, tras muchas
ilusiones gastadas.
Ahora no es distinto
lo falso de lo cierto,
ni me es imprescindible
averiguarlo. Busco
todo cuanto quería
que me hubiese buscado.