Frágil
sueña la almendra
y ocultada
su carne ciñe su ataúd sin vida
cuando el tiempo pasó
y la primavera
dejó en cruel olvido
la esperanza
Archivo de la categoría: Paloma Palao
La lenta vigilia de la noche me arrastra… – Paloma Palao
La lenta vigilia de la noche me arrastra
al vacío y observo que la longitud de mi descubrimiento
prepara la llama, más allá de la mano
que crepita encendida. Quieta como el sudor
la paz invade la longitud de nuestra proposición,
mientras la intensidad del gozo
inquieto nos denuncia. Nada hay
sobre la garganta, que no haya sido
denunciado en la asfixia. La soledad
comprende su lento dolor y la paz confunde
el dolor con la integridad de la miseria.
El lance – Paloma Palao
Llega tu altura a su inteligencia
y en precoz salto
embate la escorada y alta meta,
gentil tensión del desusado cuello,
donde efectúa el lance e invadiendo
la altiva playa
aplaca en languidez el suave aroma
que de la selva deja la esperanza.
El extranjero – Paloma Palao
En soledad y tinieblas busco
tu cuerpo grave —atmósfera que cubre
de hiedra la pared— y me apoyo en sonrisas
diluidas en nieve, corro hacia donde más crece
la ilusión de tu voz. Buscar
siempre en tinieblas,
y en tinieblas perdiendo, perdiendo
cuerpos graves, lo que nunca encontré,
esta es ya mi sustancia, rumbo
donde me muero, tacto donde la entrega
se entorpece en la piel.
Ritos – Paloma Palao
Sobre la sombra, el deseo
esmalta la alondra
que vive en mi cuerpo, desnudo mensaje
para tu nieve. Vuelco
el vino en la tarde, apoyo
la memoria en la genuflexión, pájaro
que me curte, tersura
para el cristal. Viajo en la oscuridad
pero sé
que mi alondra
te canta en la superficie, bálsamo
que ahoga, balcón
desde donde la sombra corre. Busco
la cumbre de nieve,
látigo para la piel que no duele.
El Ángel de la música – Paloma Palao
A Antonio Colinas
No responde
la añoranza a la música, sí al esfuerzo
de una armonía
celeste y casi hallada. Tañe el laúd
y canta: esfuerzo sumo y aún anhela, contempla.
Hay un dolor, aunque su cabello
orle una franja, de fingidas piedras. Su cuello
es recio, cual de varón. Sus ojos
perdida
la hermosura tienen. Traspasa suave
la túnica sus alas. Hay un dolor del aire
detenido. Las cuatro cuerdas del laúd tan tensas
donde las manos
no reposan. El paraíso
está perdido en el esfuerzo: no es un ángel
quien tanto dolor siente.
Hojas de naranjo acompañan
tras del azar perdido su memoria.
Cansa la voz, que se deshace en pan,… – Paloma Palao
Cansa la voz, que se deshace en pan,
lengua de costumbre. Cansa
la concordancia
de fugacidades, que extienden
la mano sobre el peso
del tiempo, momento de lentitud
en la paciencia. Cansa
la ambigüedad
del beso —intercambio de necesidades—,
raíz de la luz en la inocencia, descubrimiento
de las exequias
de una a paz tolerable. Cansa
la inquietud de la mano, que arrastra
soledad en el tiempo: poseo
lo que se me entrega en la nostalgia
—tiempo sobre la razón que araña—. Esta es
mi senda
para alcanzar
la garganta de nieve del amor. Cuerpo el mío
disociado de la razón, canto imposible
de una unión pasajera.
Vienes de nuevo a mí, atraviesas… – Paloma Palao
Vienes de nuevo a mí, atraviesas
con tu espada de plata mi garganta,
buscas dentro de mi alma los rincones
donde tengo enterrado mis porqués
y los nombres de las cosas, a las que tú
robaste su importancia.
Vienes de nuevo a mí y no te temo,
viento-escarcha en las ramas, hojas
rotas a besos, mordidos troncos pálidos.
Vienes de nuevo a mí por calles,
huecos, plazas, perdida en tu distancia,
alargando el vacío de tu ensanchada espalda.
Vienes, rompes, destrozas, desalojas
miradas, contemplas tras las olas
venir la muerte a nado, buceas
bajo el sueño, sacas a flote
el alma y eres tú siempre
sola, soledad de mi alma.
No alcanzaré la curva matriz de los deseos… – Paloma Palao
No alcanzaré la curva matriz de los deseos,
desovillada lamentación de la carne. No alcanzaré
la certidumbre del día, ni el pie fantástico
del dolor impaciente. Cuando el mar me contempla
siento que la roca penetra mi carne. Siempre
hay un nombre, que hace posible la alegría
mientras los cánones de la belleza acarician
la estatua. El mismo nombre, que desarmó
la inocencia, podía hacer ingrata la ausencia.
El mismo nombre que nos conduce, nos pierde
en nuestra audacia. Largo es el tiempo
de la meditación frente al silencio, cuando
la meditación es sólo un nombre. Annelein
es más cierta que la voz que la calla. Pero Annelein
no es un nombre. Indica
la transparente vicisitud del agua. Annelein
es un lamento, que puede significar también
un sobresalto.
Esa puerta – Paloma Palao
Esa puerta de mármol, esa losa
que cae sobre mi alma
si ando, donde me voy dejando
nudillos, nudos, manos…
He de tirarla abajo.
Esa madera joven, en la que me he
clavado, con ranuras
estrechas, con bisagras gigantes,
que envuelta de recuerdos
me sale siempre al paso…
He de tirarla abajo.
Esa puerta que llama cuando sigo
adelante, esa puerta que avanza
cuando yo me he parado. Esa puerta
que escucha cuando yo estoy
llamando…
Esa puerta -que es mía-
he de tirarla abajo.