Abriendo los ojos como vasos y tomando el agua dulce
y viviendo en la frescura y en el aire,
llego a existir sin fiebre, humanamente.
Pero en los ojos caen las estrellas
como las horas en la tarde,
y las estrellas sufren en el pozo de la vida,
turbias y melancólicas.
Tú estás viviendo y el alma polvorienta
abraza la pasión de sufrir y la muerte,
y yo amo tanto el alma que a su sombra
deposito el regalo de mi cuerpo.
Archivo de la categoría: Poesía Chilena
Habíamos dado más de mil órbitas – Diego Maquieira
Habíamos dado más de mil órbitas
sobre el mar sin haber jamás arribado
a ningún cabrón puerto
Coritani nos traía por mar perdidos
algún tiempo
para después dormirse
y dejarnos otra vez perdidos
No quedaba un solo Harrier a bordo
y las cargas de armamentos y alcohol
arrojadas al mar por unas rocas
que eran como olas varadas
MaCoritani hacía detener el viento
para salir a guerrear a cubierta
pero amodorrado por el rocío y el sueño
veía nubes que se hundían en el mar
Entonces alucinó hundir el portaaviones
hasta la mitad, hasta dejar flotando
sólo las gigantescas velas en cubierta
para que parecieran unas dunas de mármol
levantando una capilla
Mientras el arsenal de agua debajo del casco
y el mar rodeando por todos lados a la vez
hacía estremecer de gozo
a los rapsodas druidas
porque PatrescaOssavinci de una belleza
que mandaba a irse de lado al cielo
iba levantando el mármol y lo socavaba
con su cuerpo hurgándole un hombre
la ternura despiadada de un hombre
y con sus ojos hurgándole un faro.
Me falta tiempo para celebrar tus cabellos… – Pablo Neruda
Me falta tiempo para celebrar tus cabellos.
Uno por uno debo contarlos y alabarlos:
otros amantes quieren vivir con ciertos ojos,
yo sólo quiero ser tu peluquero.
En Italia te bautizaron Medusa
por la encrespada y alta luz de tu cabellera.
Yo te llamo chascona mía y enmarañada:
mi corazón conoce las puertas de tu pelo.
Cuando tú te extravíes en tus propios cabellos,
no me olvides, acuérdate que te amo,
no me dejes perdido ir sin tu cabellera
por el mundo sombrío de todos los caminos
que sólo tiene sombra, transitorios dolores,
hasta que el sol sube a la torre de tu pelo.
Rulfo en la hora de su muerte – Óscar Hahn
Había una luna grande en medio del mundo
Era vieja de muchos años y flaca
Como si le hubieran estirado el cuero
Esta es mi muerte dijo
Si usted viera el gentío de ánimas
Que andan sueltas por la calle
Estoy aquí boca arriba
Pensando en aquel tiempo para borrar mi soledad
Me mataron los murmullos
Y se fue montado en su macho sin mirar hacia atrás
Dejándonos la imagen de la perdición
Él duerme
No lo despierten
No hagan ruido
Duró varias horas luchando con sus pensamientos
Tirándolos al agua negra del río
Y se fue desmoronando
Como un montón de piedras
En la playa nudista del inconsciente -Óscar Hahn
Un hombre está tendido en la playa nudista del
Inconsciente
A esa hora de la noche en que salen dos soles
La parte mujer de hombre corre graciosamente hacia el
Agua
La parte hombre camina en dirección a la orilla
En la playa nudista del inconsciente
Las dos partes se bañan tomadas de la mano
El sol negro se baña en el horizonte
El sol blanco se pone al rojo vivo
La mujer y el hombre hacen el amor hasta el vértigo
Sus cuerpos luchan en la arena fosforescente
Y el firmamento se llena de aerolitos
Que se desplazan a la velocidad de la luz
Nacimiento del fantasma -Óscar Hahn
Entré en la sala de baño
cubierto con la sábana de arriba
Dibujé tu nombre en el espejo
brumoso por el vapor de la ducha
Salí de la sala de baño
y miré nuestra cama vacía
Entonces sopló un viento terrible
y se volaron las líneas de mis manos
las manos de mi cuerpo
y mi cuerpo entero aún tibio de ti
Ahora soy la sábana ambulante
el fantasma recién nacido
que te busca de dormitorio en dormitorio
Estar sin ti -Óscar Hahn
Estar sin ti es como estar sin música
sin Mozart sin Vivaldi
y sin el clavecín bien temperado
Estar sin ti es como si de pronto
un gran silencio despojara al mundo
del canto de las olas y del trino
del ruiseñor o la alondra en Verona
Estar sin ti es como estar sin música
ni de la tierra ni de las esferas
Bárbara Azul – Óscar Hahn
Aquella dulce muerte tu hermosísimo amor
Me ha traído a la orilla de este río nevado
De pronto en pleno invierno la descongelación
Descubre rosas rojas y bárbaras azules
Los pájaros helados se entibian sorprendidos
Un trino de color rosado pinta el cielo
A las diez de la noche: y un alba deslumbrante
Se levanta a deshora limpiándose las plumas
Aquella dulce muerte tu hermosísimo amor
Me ha rozado los ojos con su estela celeste
Y ahora en vez de lágrimas una constelación
De hipocampos dorados rueda por tus mejillas.
Materia nupcial – Pablo Neruda
De pie como un cerezo sin cáscara ni flores,
especial, encendido, con venas y saliva,
y dedos y testículos,
miro una niña de papel y luna,
horizontal, temblando y respirando y blanca
y sus pezones como dos cifras separadas,
y la rosal reunión de sus piernas en donde
su sexo de pestañas nocturnas parpadea.
Pálido, desbordante,
siento hundirse palabras en mi boca,
palabras como niños ahogados,
y rumbo y rumbo y dientes crecen naves,
y aguas y latitud como quemadas.
La pondré como una espada o un espejo,
y abriré hasta la muerte sus piernas temerosas,
y morderé sus orejas y sus venas,
y haré que retroceda con los ojos cerrados
en un espeso río de semen verde.
La inundaré de amapolas y relámpagos,
la envolveré en rodillas, en labios, en agujas,
la entraré con pulgadas de epidermis llorando
y presiones de crimen y pelos empapados.
La haré huir escapándose por uñas y suspiros,
hacia nunca, hacia nada,
trepándose a la lenta médula y al oxígeno,
agarrándose a recuerdos y razones
como una sola mano, como un dedo partido
agitando una uña de sal desamparada.
Debe correr durmiendo por caminos de piel
en un país de goma cenicienta y ceniza,
luchando con cuchillos, y sábanas, y hormigas
y con ojos que caen en ella como muertos,
y con gotas de negra materia resbalando
como pescadores ciegos y balas de agua gruesa.
No quería salir de noche – Cristián Gómez Olivares
Una vez nos juntamos a celebrar
los cien años de Pessoa; a cada cual
le correspondía un heterónimo,
a mí me tocó en suerte Álvaro de
Campos, ingeniero y cosmopolita,
desenfadadamente maricón, según
contaba Ofelia. La casa era una
de esas antiguas casas señoriales
donde hubiéramos tenido que entrar
por la puerta de servicio. Ni el vino
ni las velas nos salvaron del invierno,
a punto de partir como nosotros: fue,
sin embargo, la última noche que hizo frío.