Era apacible el día
Y templado el ambiente,
Y llovía, llovía
Callada y mansamente;
Y mientras silenciosa
Lloraba y yo gemía,
Mi niño, tierna rosa
Durmiendo se moría.
Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente!
Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca en la mía!
Tierra sobre el cadáver insepulto
Antes que empiece a corromperse... ¡tierra!
Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos,
Bien pronto en los terrones removidos
Verde y pujante crecerá la yerba.
¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas,
Torvo el mirar, nublado el pensamiento?
¡No os ocupéis de lo que al polvo vuelve!...
Jamás el que descansa en el sepulcro
Ha de tornar a amaros ni a ofenderos
¡Jamás! ¿Es verdad que todo
Para siempre acabó ya?
No, no puede acabar lo que es eterno,
Ni puede tener fin la inmensidad.
Tú te fuiste por siempre; mas mi alma
Te espera aún con amoroso afán,
Y vendrá o iré yo, bien de mi vida,
Allí donde nos hemos de encontrar.
Algo ha quedado tuyo en mis entrañas
Que no morirá jamás,
Y que Dios, porque es justo y porque es bueno,
A desunir ya nunca volverá.
En el cielo, en la tierra, en lo insondable
Yo te hallaré y me hallarás.
No, no puede acabar lo que es eterno,
Ni puede tener fin la inmensidad.
Mas... es verdad, ha partido
Para nunca más tornar.
Nada hay eterno para el hombre, huésped
De un día en este mundo terrenal,
En donde nace, vive y al fin muere
Cual todo nace, vive y muere acá.
Archivo de la categoría: Poesía gallega
Rosa de Belial – Ramón María del Valle-Inclán
Soy aquel amante
que nunca se muestra,
muda en cada instante
mi sombra siniestra.
Con el viento llego,
y paso con él,
soy rojo lostrego
del Ángel Luzbel.
Mi sombra nocturna
hace en ti guarida,
mi larva soturna
te goza dormida.
A tu lindo ceño
llevo la obsesión,
en tu blanco sueño
soy la Tentación.
Soy aquel amante
que la voz no nombra,
mi sombra va errante
en pos de tu sombra.
¡Turbulenta avispa
que vuela en tu flor,
soy la roja chispa
del yunque de Thor!
De tu clara frente
me oculto en el muro,
como la serpiente
del enigma oscuro.
Soy en tu conciencia
la interrogación
a la triste ciencia
del Rey Salomón.
Sobre tu blancura,
paloma benigna,
de mi mordedura
dejaré el estigma.
El pecado encarna
mi testa. El laurel
del mundo es mi llama,
soy luz de Luzbel.
Mi frente sañuda
sostiene el abismo,
el tiempo me muda,
y soy siempre el mismo.
Cabalgo en el viento,
con el viento voy,
y a tu pensamiento
mi forma le doy.
Profano lascivo
tu virgen entraña,
soy el negro chivo
y tú mi montaña.
Apaga mi aliento
tu roca de luz,
está su cimiento
sobre mi testuz.
Soy el negro dueño
de la abracadabra,
y trisca en tu sueño
mi pata de cabra.
Como el enemigo
en tu sueño estoy,
te gozas conmigo...
¡Soy el que no Soy!
Vesubio – Olga Novo
A la memoria de las trabajadoras
de los lupanares de Pompeya
Si entro en erupción
nadie está a salvo.
Desde niña sé
que en el fondo estoy hecha
de lava prófuga.
Mi columna de humo
asciende vértebra por vértebra
a la estratosfera.
Te abrazo.
Te abraso.
Era ella… – Chus Pato
Era ella
un epitafio violento
como las mariposas que, entrando ya el otoño, apenas pueden
volar y son alzadas por el viento
sobre las matas de dalias
y qué feliz entrando en el bosque y sentir como se cierra cuando
avanzamos
Cree… – Chus Pato
Cree
no, con ojos no
a no ser que los ojos sean un sagrado
y en el iris les gorgotee la laguna
y en la pupila nenúfares de Antela
Es el mundo quien ve:
las imágenes
las que se abren en la noche
se rasgan
tienen el fulgor de un verdel
croan como batracios
y son resto de una mente anterior y final
de una mente que se abre en espiral
y sólo en la distancia calca un trazo último
en un amanecer mayor
El tuyo
tu cuerpo es Orión
un órgano que se derrama
un instante antes de morir
la visión de una escala de notas
el calor de lo invisible
en los bosques
ESA CARTA QUE NUNCA VES – Chus Pato
La luz única llegará desde el sobre
un rayo blanco
cromado
llamando,
de llevarlo, será en el bolsillo, porque las manos tienen que ser libres
las necesitas para salir
Cuando hablamos de honestidad
señalamos la fidelidad a un nombre
que no somos capaces de recordar
No es que al abrir el sobre se nos presente nimbado
él mismo es el aura
Klee nos propone un viaje al país del Mejor Conocimiento
en algún instante cruzaremos las aguas
nos sumergiremos en el lecho
con las lampreas
y a lo lejos serán los arcos frágiles del puente
ya en la ribera otra
quizá
vayamos a dar con una compañera de viaje
dirá
«caminamos erguidas porque nuestras columnas son paralelas
a la subida de la savia cuando florecen los manzanos»
La mayoría de los árboles ya han perdido sus hojas
aguardan el beso invernal
el sol de la mayor distancia
No las recuerdo… – Chus Pato
No las recuerdo
no les puedo tomar fotografías
se nutren del aliento de la tierra
son secuencias
al alba
adquieren la consistencia de palabras
huelen a caverna en hibernación
Indican que la tierra es la mente
y aguarda
Madre… – Chus Pato
Madre
volaron los santos contigo
te los llevaste
vestían zamarras de lana
como las faldas de los Gudea
las piernas del Bautista eran fuertes
las venas hinchadas como las de un gladiador
los rizos, los de René
algo de su voz para decir yo
en la boca
así escribo
la noche se abre y cae
un vientre
en los desiertos
Primera casa – Yolanda Castaño
Todo lo que fui olvidando
lo recuerda mi cuerpo por mí.
El pozo, el túnel, el
botón de arranque.
Pura demo(n)stración.
La unidad familiar comienza con el ruido de un cuerpo.
Con ellos tengo este puente y su lenguaje secreto.
Nada más sabio hay que sus brincos maullidos,
la espuma de sus olas ilumina nuestros pies.
En cuanto mis caderas avanzan por esa casa
la derecha masca la pertenencia,
la izquierda aprende a refundarse.
Las líneas de mi frente hacen todo lo contrario,
riega el vientre la flor de la división.
A toda casa se ingresa siempre a través del cuerpo.
Que más quisieras que un poema se escribiese con estos dedos
capaces de ir y pulsar teclas tan altas.
Umbral, resorte, código.
No con la inteligencia, ahora.
Con las manos.
Extinción amorosa – Olga Novo
Istis mirant stella
(Fragmento del Tapiz de Bayeux)
Silba en mi garganta
el pájaro de la pasión
pía en mis glándulas mee agujerea el final de la conciencia
y yo me rebusco entre cenizas y no queda
ni rastro de mí
queda esparcida como un cometa que explotó en el cielo del año mil
y lo vieron pasar labriegos visionarios que arrastraban el corazón
como un arado
por tierras imposibles.
Así fue.
Fue así.