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Seco rumor se expande por la orilla – Reinaldo Arenas

Seco rumor se expande por la orilla,
un puñal en cada costa está plantado.
Hasta la estrella que milenaria brilla
has de mirarla con ojo desconfiado.

De extremo a extremo, el mar está infestado
de extraños garfios, armas y flotillas.
¡Ah! Y con lo que musitas ten cuidado:
Hay una grabadora en cada silla.

Éste es el futuro que han labrado
manos esclavas y tipos con patillas.
No negarás que todo se ha observado.

Sólo la vida se ha como extraviado,
atada a otro tiempo, a otras pesadillas,
que no pertenecen al presente ni al pasado.

Autoepitafio – Reinaldo Arenas

Mal poeta enamorado de la luna,
no tuvo más fortuna que el espanto;
y fue suficiente pues como no era un santo
sabía que la vida es riesgo o abstinencia,
que toda gran ambición es gran demencia
y que el más sórdido horror tiene su encanto.
Vivió para vivir que es ver la muerte
como algo cotidiano a la que apostamos
un cuerpo espléndido o toda nuestra suerte.
Supo que lo mejor es aquello que dejamos
—precisamente porque nos marchamos—
Todo lo cotidiano resulta aborrecible,
sólo hay un lugar para vivir, el imposible.
Conoció la prisión, el ostracismo,
el exilio, las múltiples ofensas
típicas de la vileza humana;
pero siempre lo escoltó cierto estoicismo
que le ayudó a caminar por cuerdas tensas
o a disfrutar del esplendor de la mañana.
Y cuando ya se bamboleaba surgía una ventana
por la cual se lanzaba al infinito.
No quiso ceremonia, discurso, duelo o grito,
ni un túmulo de arena donde reposase el esqueleto
(ni después de muerto quiso vivir quieto).
Ordenó que sus cenizas fueran lanzadas al mar
donde habrán de fluir constantemente.
No ha perdido la costumbre de soñar:
espera que en sus aguas se zambulla algún adolescente.

Ovaladas son las puertas del infierno – Reinaldo Arenas

Ovaladas son las puertas del infierno,
del infierno ovaladas son las puertas;
cada una custodiada por cien tuertas
que gritan: maldito ya estás en el averno.

Me dirás que el saludo no es muy tierno
y el porqué de la simetría no lo aciertas.
¡Bribón! Recuerda que estás en el infierno
y que compartes con incultas tuertas.

Si alguien te pregunta por la brisa
responderás emitiendo dentelladas
o contesta: ¡fogón! ¡fogón! ¡fogón!

Como ves, el infierno carece de sonrisa
y cualquier camino conduce hasta la nada
que carece también de explicación.