¡Qué belleza volver a amanecer
adornado de chispas fugaces,
y a sus labios unir la lealtad
y la traición de la mar,
y el brillar y encender
del tiempo!
¡Qué belleza alentar
la lluvia y la tierra,
el sabor agridulce del invierno,
la sencillez de mi pueblo de pan,
con aquella su tenue fragancia
dorada de tantos y tantos lloros!
¡Qué belleza al despertarme
soñando con volver a sentir,
ver, gozar, de toda esta vida
esculpida en oro y plata pero que…
no es sólo belleza!
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Sin estar y estando dentro – Samira Brigüech
No camines a mi lado,
el fuego, su lengua me acaricia,
flota ensimismado
observando el resto de su cuerpo,
casi no queda. No se apaga,
no se seca: pero no camines a mi lado.
No soportan mis letras,
la falsa broma de tu verdad,
no conoce el barro
más que las manos del artesano,
no conoce la piel
más que el cristal fundido, no hay hielo,
no conocía esa música
la piedad y la ironía de tus pasos.
¡No truques las palabras!
No ves que están heridas, enfermas,
casi muertas de tristeza,
ladrón de anhelos,
guitarra de caña,
violines jamás sonarán
tu soledad no las acuna.
La flauta y la lira,
no subrayará jamás
aquel papel pautado.
La trompeta hará caer tu reino.
Hojas secas seniles,
ni siquiera te miran,
han bajado tu nombre
has oxidado ese organillo,
mi corazón se paró,
las letras se agolparon a socorrerlas,
y allí vieron tus ojos,
su sentencia fue firme:
Camina en verdad… ¡o no camines a mi lado!...
sin estar y estando dentro de ti.
Seguiré en pie – Samira Brigüech
El canto de tu voz,
tu llanto ciego,
el amor de mis luces
y tu gloria agrietada
han traído en las palmas
de tu inmenso destino…
su nombre.
¿Qué me has hecho Melilla?
El timón que gobierna
mi fe y mi Dios
me hace creer en los designios de mis lágrimas.
Evoco el infiel recuerdo
el contrato que firmé en mi cuna
y esas letras de oro que adornan tu nombre
y que debo venerar y que adoro,
pero debo confesarte, mi adorada melilla,
que la paz de mi alma
en tu seno no guarda mis desidias.
Un desierto inmenso,
abarrotado de calles grises,
aguardan en todos los rincones de mi senda,
queriendo inundarme en sus aguas muertas,
que no puedo vivir ni revivir. Porque aún no han nacido.
No tengo oídos a tu voz,
no tengo belleza alguna de tus rasgos,
no tengo odio alguno al barro que pisas,
cuando caminas alrededor de sus besos,
no amo y amo, aún sin saber…
¡Y tu voz de niño,
acaricia mis oídos, en mi sueño
y pasa y llega más allá de las fronteras
y atraviesa los océanos y las tierras extranjeras
y llega a la nada y muere de soledad!
Mi adorada Melilla, tus hermosas murallas
que me tienden la melancolía de todas las lenguas
que cobijas, me baña con este Mediterráneo eterno,
así como las piedras de tu cuerpo, y hace temblar sin querer
mis labios y mi virgen calor,
y me hace gritar ensordeciendo al mundo con mi orgullo.
¡Espero el deseo de tus pupilas que no me miran!
Y le gritó aún más,
arrodillada ante esta laguna
de lágrimas ardientes,
¡Melilla, aún te espero… ver
y encontrar más allá de la misma… y de mis logros!