Seguiré en pie – Samira Brigüech

El canto de tu voz,
tu llanto ciego,
el amor de mis luces
y tu gloria agrietada
han traído en las palmas
de tu inmenso destino…
su nombre.

¿Qué me has hecho Melilla?
El timón que gobierna
mi fe y mi Dios
me hace creer en los designios de mis lágrimas.
Evoco el infiel recuerdo
el contrato que firmé en mi cuna
y esas letras de oro que adornan tu nombre
y que debo venerar y que adoro,
pero debo confesarte, mi adorada melilla,
que la paz de mi alma
en tu seno no guarda mis desidias.

Un desierto inmenso,
abarrotado de calles grises,
aguardan en todos los rincones de mi senda,
queriendo inundarme en sus aguas muertas,
que no puedo vivir ni revivir. Porque aún no han nacido.

No tengo oídos a tu voz,
no tengo belleza alguna de tus rasgos,
no tengo odio alguno al barro que pisas,
cuando caminas alrededor de sus besos,
no amo y amo, aún sin saber…

¡Y tu voz de niño,
acaricia mis oídos, en mi sueño
y pasa y llega más allá de las fronteras
y atraviesa los océanos y las tierras extranjeras
y llega a la nada y muere de soledad!

Mi adorada Melilla, tus hermosas murallas
que me tienden la melancolía de todas las lenguas
que cobijas, me baña con este Mediterráneo eterno,
así como las piedras de tu cuerpo, y hace temblar sin querer
mis labios y mi virgen calor,
y me hace gritar ensordeciendo al mundo con mi orgullo.
¡Espero el deseo de tus pupilas que no me miran!
Y le gritó aún más,
arrodillada ante esta laguna
de lágrimas ardientes,
¡Melilla, aún te espero… ver
y encontrar más allá de la misma… y de mis logros!

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