Siempre tendré la Esfinge de Gizeh, junto al Nilo;
tendré la Gran Muralla;
tendré el reino de Aksum;
los moái en la arena de la Isla de Pascua;
las ruinas de Zimbabwe; la ciudad de Lagash.
Siempre habrá un general que usurpe el trono
y un Palacio de la Moneda en llamas;
prestamistas que compren
y vendan
nuestra sangre;
pueblos que echen abajo la estatua de un tirano.
Podré decirle a otros, aunque ya no lo crea,
que hasta el día más triste se termina a las doce
y cada cicatriz tacha una herida
y equivocarse es sólo el premio del que quiere
aprender de su error.
Siempre me quedarán Lorca y las aduanas;
las selvas en peligro; la injusticia;
los banqueros; la plaza de Tian'anmen; Neruda;
la libertad; el sueño de la revolución.
Todo eso
de lo que yo tendría
que escribir
si te vas.
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Fragmentos de un jardín (VI) – Benjamín Prado
EL viento arrastra
aromas de azafrán
y ecos de lobos.
Luz y carbón:
alacranes de sombra
bajo el olivo.
Sobre la mesa,
los hemisferios verdes
de una manzana.
Miras los pájaros
que surgen de sí mismos,
sobre el jardín.
La rosa idea
la luz, como el lector
escribe el libro.
Fragmentos de un jardín (V) – Benjamín Prado
En el jarrón
son antiguas las lilas
recién cortadas.
Dulces raíces,
pájaros del subsuelo,
venas del bosque.
Llamar a un río
turquesa propagado,
violetas frías.
¿Serán las rosas
-lo dijo Juan Ramón-
restos de alas?
Guarda el jardín,
como una playa, signos
de la marea.
Fragmentos de un jardín (IV) – Benjamín Prado
Sauce, mar seco,
faisán en la maleza
león que flota.
Igual que un río
en llamas, cruza el viento
las rosas rojas.
Recuerda el aire
que el rosal fue una vez
un gallo herido.
Muere el dragón.
La claridad matiza
el emparrado.
Flor del jazmín,
mezcla de estrella y nieve,
zumo del viento.
El fatalista – Benjamín Prado
Vio en un segundo
que el pájaro
llegaba desde el futuro
y se volaba al pasado.
Sintió puñales
helados
que saltaban en su sangre
igual que peces mecánicos.
Se dio la vuelta:
sus pasos
pisaban en la flor seca
algún desierto lejano.
Fragmentos de un jardín (III) – Benjamín Prado
Un coche: el lento
oleaje de un tigre
salta el cercado.
Está el aroma
en la flor y no está:
luz sobre un vidrio.
El alba deja
los bosques planteados,
la luz vacía.
Mira las rosas
que la luna ha encendido,
más que a la luna.
Corta la flor
y que la noche caiga
sobre la noche.
Fragmentos de un jardín (II) – Benjamín Prado
Esconde un trazo
de paloma agrupada
la rosa blanca.
¿En qué consiste
un jardín? Luz confusa,
flores concretas.
Era un extremo
visible del olvido:
eso era el moho.
Noche de viento.
Junto al estanque, un seto
suena a agua fría.
Es simple: el hombre
es la raíz y el fruto
es el poema.
Fragmentos de un Jardín (I) – Benjamín Prado
Pasan los coches.
Enciende sus bengalas
la rosaleda.
Dentro del árbol
crece junto a la fruta,
despacio, un pájaro.
Llueve, y el cielo
es de un color distinto
en cada planta.
Cierro los ojos:
la flor antigua se abre
en el jardín.
Miro el naranjo.
Las palabras maduran
en el poema.
Ecuador – Benjamín Prado
Hace falta la noche para ver las estrellas.
Igual que ayer, hoy busco -lo dijo Juan Ramón-
una verdad aún sin realidad;
busco en la tinta verde de todo lo que escribo
un planeta sin nombre o una jungla perdida.
Y hace falta la noche.
Yo me siento en las sombras,
prendo un fósforo,
tallo mis esmeraldas, construyo mis panales.
Todo es igual y todo es diferente.
La vida,
que fue un río,
es ahora un océano,
el pasado es la arena y el agua es el futuro.
Hace falta la noche.
Todo está en mí
lo mismo que un clavo en la madera:
cada paso en la nieve,
cada luz apagada,
cada piel encendida.
Noche nupcial – Benjamín Prado
Este mundo con trenes que, al alejarse, dejan
como un escalofrío recorriendo el paisaje.
Este mundo con hadas y unicornios
que gobiernan mi piel y viven en tus manos.
El mundo que no existe.
Hoy duermes junto a mí y brillas en la noche,
estatua blanca en el jardín de un sueño.
Mañana no estarás o serás otra.
Mañana, cuando mates ángeles y sirenas.
Mañana, cuando quemes nuestros bosques.
Yo me esconderé en ti como un centauro herido:
El último centauro, el que recuerda
su mundo azul desde una gruta oscura.
Quién será esta mujer a quien hoy doy mi vida.