Archivo de la etiqueta: Poesía Mexicana

Expectación – Amado Nervo

Siento que algo solemne va a llegar a mi vida.
¿Es acaso la muerte? ¿Por ventura el amor?
Palidece mi rostro, mi alma está conmovida,
y sacude mis miembros un sagrado temblor.

Siento que algo sublime va a encarnar en mi barro
en el mísero barro de mi pobre existir.
Una chispa celeste brotará del guijarro,
y la púrpura augusta va el harapo a teñir.

Siento que algo solemne se aproxima, y me hallo
todo trémulo; mi alma de pavor llena está.
Que se cumpla el destino, que Dios dicte su fallo,
para oír la palabra que el abismo dirá.

Espejo – Julia Santibáñez

Me inunda el miedo de hallarte una tarde
pechos en cabestrillo
vientre lleno de agua
Julia rota.
Miedo de encontrarte en mi piel
anciana helada.

(Hoy escupo en tu nombre
y te odio en mi vello.)

Miedo de la aridez de tu féretro
de la lujuria marchita
de la saliva inútil.

(Hoy no te conozco y te consagro mucha tinta.
Un día, tu entr­epierna desolada ya no merecerá
ni una línea.)

Miedo,
Julia.

La noche en blanco – José Emilio Pacheco

Viene la noche con su gran manto de espinas
a dormir en la cama de los insomnes.
Y a falta de esa muerte provisional,
de esa honda ausencia donde flota el cuerpo,
esa novela que urde en blanco el silencio,
deja en la mente la conciencia trágica,
el archivo salvaje, la foto ilesa,
la vuelta intolerable de todo aquello.
de lo que no quisieran ni acordarse.

Tierra de Nadie – José Emilio Pacheco

En la ignorancia a medias de un idioma,
ya que el dominio es imposible,
las palabras demuestran estar hechas
de la esencia del mundo y la poesía.

Pienso en dirt, por ejemplo:
«barro, lodo, tierra,
polvo, suelo, mugre,
suciedad, obscenidad,
bajeza, vileza.»

Suciedad de la tierra, tumba y matriz.
Basura sagrada
que amasaron plantas y huesos.
Putrefacción en que nos da la vida la muerte.

Extraño llamar «Tierra» al planeta errante
en donde navegamos siempre en tinieblas
y a la materia de la que sale todo
y todo regresa.

La tierra baldía, la tierra prometida,
la tierra de nadie.

Friso de la batalla – José Emilio Pacheco

Me doy, grita el vencido.
Es decir: te pertenezco, renuncio
a mi identidad y a mi dignidad,
a mi condición humana. Desciendo
a res (en español y latín): bestia, cosa,
animal que puedes uncir al yugo
o bien sacrificarlo en el altar de tu triunfo.

El vencedor, en la ebriedad de si mismo,
no alcanza a ver la sombra que proyecta su víctima:
la espada
de la venganza, el espectro
del guerrero que se dispone
para ser otra vez verdugo
de quien creyó eterno su poderío
y sin embargo muy pronto
dirá también: me doy
y bajará la cabeza,
humildemente como el lobo vencido.