No conozco otra manera de superar
el tiempo y sus relojes
los días y sus disgustos
sus migrañas sus cifras de desempleo
sus turbulencias mundiales
sus injusticias
más que esta fusión de cuerpos
de pieles y de sexos
este espacio sin fronteras
este tiempo sin controles
esta libertad en fin de encadenarse
a lo que se ama
no a lo que se obedece
sumisas al amor
y no a los hemisferios
ni a las convenciones
ni a los imperios
ni siquiera a las leyes físicas
que hacen de un encuentro emocional
la fricción de pieles músculos y salivas.
Einstein descubrió que el tiempo y el espacio
son metáforas
aunque yo todavía no sé
metáfora de qué somos tú y yo
quizás de una antigua melodía del universo
antes de su descomposición.
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Invocación – Cristina Peri Rossi
Que tu cuerpo sea siempre
un amado espacio de revelaciones
para que no sea
el espejo donde se reflejan
las amantes que fueron
los cuerpos amados un día
y olvidados después
un amado espacio de revelaciones
y no de repeticiones.
Estoy temblando… – Idea Vilariño
Estoy temblando
está temblando el árbol desnudo y en espejos
cantando
y cantando está la luna
riendo
sin silencios
la lírica y romántica
flauta y en cielo en hoz
por vez primera
se abren su luz cereza y el estiércol.
No se pueden quejar ni las mañanas
ni el ardiente sopor que por lo estéril
no canto más no canto
ni puedo deshacer en primavera
ni negarla y beber
ni matar sin querer
ni andar a tientas
ya que el aire está duro
y hay monedas locuras
esperando
la marca del el agua
en desazón riendo
riéndose riendo.
Ah si encono si entonces
ya no quiero
ya no pude se pasa nunca alcanza
una ola se vaga la marea
se desconcierta así
y el sol no existe aquí más que en palabras
Pero en cambio en el cielo
caben muchas pero muchas. A veces
se molestan se muerden
en los labios.
Todo es víspera – Ida Vitale
TODO es víspera.
Todo sueña un renuevo
y mueve el corazón a defenderse
de los derrumbaderos.
Cada uno en su noche
esperanzado pide
el despertar, el aire,
una luz seminaria,
algo donde no muera.
Algo inviolado, exacto, fehaciente,
para afrentar la sombra,
un puro manantial,
raíz de agua, algo
como esa jarra tuya, Isabel,
donde acaso
hay claridad humana,
amor con su poder resplandeciente,
más misterioso que la sombra misma.
La sádica – Cristina Peri Rossi
Como las felinas que persiguen a las gacelas
regresa de la cacería con las fauces ensangrentadas
y restos de carne entre los dientes.
Ha comido
ha gozado.
Entonces, cansada de la cacería
y de la digestión
bosteza
y se echa pesadamente a roncar
entre la hierba
o entre las almohadas.
El olvido – Idea Vilariño
Cuando una boca suave boca dormida besa
como muriendo entonces,
a veces, cuando llega más allá de los labios
y los párpados caen colmados de deseo
tan silenciosamente como consiente el aire,
la piel con su sedosa tibieza pide noches
y la boca besada
en su inefable goce pide noches, también.
Ah, noches silenciosas, de oscuras lunas suaves,
noches largas, suntuosas, cruzadas de palomas,
en un aire hecho manos, amor, ternura dada,
noches como navíos...
Es entonces, en la alta pasión, cuando el que besa
sabe ah, demasiado, sin tregua, y ve que ahora
el mundo le deviene un milagro lejano,
que le abren los labios aún hondos estíos,
que su conciencia abdica,
que está por fin él mismo olvidado en el beso
y un viento apasionado le desnuda las sienes,
es entonces, al beso, que descienden los párpados,
y se estremece el aire con un dejo de vida,
y se estremece aún
lo que no es aire, el haz ardiente del cabello,
el terciopelo ahora de la voz, y, a veces,
la ilusión ya poblada de muertes en suspenso.
La índole del placer – Cristina Peri Rossi
Tú querías que el placer fuera una casa
y vivir eternamente en su morada,
Pero el placer era un cuarto de alquiler.
Tú querías que el placer fuera un castillo
con anchos muros como ancas de mujer,
Pero el placer era agua
no era piedra
iba y venía
se secaba
como los cauces de ríos antiguos.
Tú querías que el placer fuera una fortaleza
al abrigo de los males de la tierra
pero el placer enmohecía
contraía virus
se enfermaba.
Tú querías que el placer fuera un palacio
con muchos aposentos
y recorrerlos uno a uno
demorarte en sus estancias,
pero el placer no era residencia.
Tú querías que el placer fuera salvación
y el placer fue condena.
El viaje – Juvenal Ortiz Saralegui
RETORNASTE sumisa
como nocturna vara,
sollozo de la tierra
con velillo de alga.
Corría una aceituna
por tu luciente cara
y en tu pecho, una pena
de luz te levantaba.
Un subterráneo río
en ti iba y llegaba
y era yo los dos remos
de tu imposible barca.
Que eres y no eres
bajo la noche clara,
lo que sueña mi día
y mi noche no alcanza.
Por oscura escalera
al sueño te elevaste;
los brazos de la sombra
ampararon tu gracia;
que no fueron los míos
esos gloriosos brazos!
Y diluida toda
en monte de noche alta,
desnuda de recuerdos
y de juncos colmada,
piedra de peregrino
ausente, te quedaste.
Yo vagué sobre siglos
de perdidos amantes,
rumbo al sereno mar
por las más tristes calles,
y en las dulces arenas
escribió mis nostalgia
estos versos tan viejos
que el viaje me dictara,
para que tu memoria
los encienda en tu entraña.
Colores frágiles – Ida Vitale
DECIMOS verde agua,
¿qué agua, de qué vaso?
Hoy este río es verde,
profundo verde de árbol,
verde o azul, de pájaro
o piedras más o menos preciosas.
Pero otro día es torvo,
como se puso aquella
mirada hacia la tarde
y piensas en la rara
fragilidad del gozo
y en la escapularia
protección que persigues.
Relaciones triangulares – Ida Vitale
HACE un rato
que en la encina cercana
protesta un grajo.
Mi vecina, la gata
blanquinegra e inaudible,
asoma en la ventana.
Mira al árbol
y encerrada imagina
la aventura riesgosa.
Mira al grajo y me mira.
No sabe a quién apoyo.
Para alguien que no existe
un raro trío hacemos
en tres lenguas distintas,
dos silencios y el ruido
del grajo inaccesible.