No rechaces la antorcha, colocada
con el último esfuerzo del atleta
mordido por el polvo
en tus manos que encienden la promesa.
Endurece los músculos, y avanza
tu vocación de hombre por la senda
sin temor de no hallar en el camino
otro laurel que el sueño que adormezca
tu corazón vencido por la lucha…
No renuncies al mar. Tal vez no veas
(como Moisés) la Tierra Prometida…
mas no por eso morirá la tierra.
Sin cansarse en el borde del camino,
hay alguien que te espera
para coger la antorcha de tus manos,
y llevarla en triunfo hasta la meta
que alumbrará la ruta de los otros
con la esperanza de una vida nueva.