A ti, muchacha, que, de pronto, estrenas
la juventud caliente de la risa,
a ti te estoy diciendo: eres precisa
en cierta soledad, en ciertas venas.
Crece la muerte con la vida. Apenas
le llega al corazón alguna brisa,
pero tú crecerías más deprisa;
la alegría que tú desencadenas.
Préstame, amiga, préstame temprano
tus ojos y tus pechos. Duramente
por la boca te sale mucha vida.
Esta hora es feroz. Dame la mano;
alcánzame una muerte sonriente;
pon tus labios desnudos en mi herida.
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Suena mi oscura juventud y suena… – Antonio Gamoneda
Suena mi oscura juventud y suena
mi corazón extrañamente grave.
Es silencioso Dios. Yo no. Quién sabe
por qué esta y tanta cantidad de pena.
Parece que es dolor lo que me llena
hasta la altura de los ojos. Cabe
vida y muerte en mi voz, pero no hay llave
para abrir el amor; sólo hay cadena.
Lumbre lejana que me estás quemando
y no me dejas ver y no me tocas:
esto es un hombre, pero está llorando.
Sólo quiere vivir, pero en caliente.
Dime: ¡qué hago con las ganas locas
de ser agua en la sed, sed en la fuente?
¿Qué harás a estas horas con tus manos?… – Antonio Gamoneda
¿Qué harás a estas horas con tus manos?
¿A qué materias estarás cercana?
A la desolación de tu ventana,
¿trae la oscuridad ruidos humanos?
Me ocurre como todos los veranos:
me crece el corazón, me da la gana.
¡Vivir tan duramente la semana
y ahora no poder! ¡Ah ciudadanos!
Son las once en la noche. A lo mejor
es más tarde en la vida. Yo no veo
ninguna solución. Todo es peor.
Y tú, reina mortal, ¿en qué cal viva
pondrás los ojos a dormir? Paseo
como un perro; con sed, a la deriva.
Aquí hubo un amor, hubo una impura… – Antonio Gamoneda
Aquí hubo un amor, hubo una impura
floración de la sangre enamorada,
pero la sangre más desesperada
no tiene un fuego en que incendiar tu hondura.
Como un ángel te vas; como la oscura
juventud del dolor; como una espada
de amargura y de viento, derrotada
por el hierro y la sed de la ternura.
En ti acaba la noche, en tu ribera,
y el agua amante y la pasión dormida,
y, en tu boca, mi boca verdadera.
Únicamente porque muere, canta
mi palabra desnuda y retorcida:
hacia ti, como un puño, se levanta.
Arráncate la luz de la mirada… – Antonio Gamoneda
Arráncate la luz de la mirada.
Los ángeles del bien están hundidos.
Voluntades de nubes y de nidos
son la ceniza de la madrugada.
Arráncate la luz, que ya es llegada
la hora de los cielos descendidos,
y desgarra tus labios encendidos,
que está abajo la tierra enamorada.
Está abajo la tierra y, por metales,
lentos barcos de amor, vagan los muertos
y no lloran: cantan, horizontales.
Es la boca de Dios. Estremecida,
en la vieja pasión de los desiertos,
clama, abajo, caliente, por tu vida.
Sublevación – Antonio Gamoneda
Juro que la belleza
no proporciona dulces
sueños, sino el insomnio
purísimo del hielo,
la dura, indeclinable
materia del relámpago.
Hay que ser muy hombre para
soportar la belleza:
¿quién, invertido, separa,
hace tumbas distintas
para el pan común y la
música extremada?
Ay de los fugitivos,
de los que tienen miedo
de sus propias entrañas.
Si una vez el silencio
les hablase, ¿sabrían
respirar la angustiosa
bruma de los espíritus?
¿Cantarían su propia
conversión al espectro?
Y aquellos otros, estos
miserables amados,
justificados por el dolor:
advertid que tan sólo
a los perros conviene
crecimiento de alarido.
Algo más puro aún
que el amor, debe
aquí ser cantado;
en cales vivas, en
materias atormentadas,
algo reclama curvas
de armonía. No es
la muerte. Este orden
invisible
es
la libertad.
La belleza no es
un lugar donde van
a parar los cobardes.
Toda belleza es
un derecho común
de los más hombres. La
evasión no concede
libertad. Sólo tiene
libertad quien la gana.
Solicito
una sublevación
de paz, una tormenta
inmóvil. Quiero, pido
que la belleza sea
fuerza y pan, alimento
y residencia del dolor.
Un mismo canto pide
la justicia y la
belleza.
Sea la luz
un acto humano.
Se puede
morir
por esta
libertad.
Blues del nacimiento – Antonio Gamoneda
Nació mi hija con el rostro ensangrentado
y no me la dejaron ver despacio.
Nació mi hija con el rostro ensangrentado
pero me la quitaron de las manos.
Mi hija ahora ya va a hacer tres años
y habla conmigo y ella ve mi rostro.
Mi hija ahora ya va a hacer tres años
y canta y piensa pero ve mi rostro.
Yo ahora ya no me pregunto
por qué se ama a un rostro ensangrentado.
Hablo con mi madre – Antonio Gamoneda
Mamá: ahora eres silenciosa como la ropa
del que no está con nosotros.
Te miro el borde blanco de los párpados
y no puedo pensar.
Mamá: quiero olvidar todas las cosas
en el fondo de una respiración que canta.
Pasa tus manos grandes por mi nuca
todos los días para que no vuelva
la soledad.
Yo sé que en cada rostro se ve el mundo.
No busques más en las paredes, madre.
Mira despacio el rostro que tú amas:
mira mi rostro en cada rostro humano.
He sentido tus manos.
Perdido en el fondo de los seres humanos te he sentido
como tú sentías mis manos antes de nacer.
Mamá, no vuelvas más a ocultarme la tierra.
Ésta es mi condición.
Y mi esperanza.
Caigo sobre unas manos – Antonio Gamoneda
Cuando no sabía
aún que yo vivía en unas manos,
ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.
Yo sentía que la noche era dulce
como una leche silenciosa. Y grande.
Mucho más grande que mi vida.
Madre:
era tus manos y la noche juntas.
Por eso aquella oscuridad me amaba.
No lo recuerdo pero está conmigo.
Donde yo existo más, en lo olvidado,
están las manos y la noche.
A veces,
cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra
y ya no puedo más y está vacío
el mundo, alguna vez, sube el olvido
aún al corazón.
Y me arrodillo
a respirar sobre tus manos.
Bajo
y tú escondes mi rostro; y soy pequeño;
y tus manos son grandes; y la noche
viene otra vez, viene otra vez.
Descanso
de ser hombre, descanso de ser hombre.
Gratitud al Gran Pájaro Azul – Antonio Gamoneda
Tú, el Gran Pájaro Azul, la Luminosa Guacamaya,
el Supremo Decisor, el que crea y concede la Vida,
estremeces tus alas y te extiendes volando en ti mismo.
Esto has hecho aquí, sobre la plenitud de mi casa,
y mi casa es ahora el Lugar de la Vida.
Vivimos en tu piedad, vivimos en tu pensamiento.
Así vivimos aquí, en los espacios de la tierra.
Has hecho que tus alas se estremezcan y te has extendido sobre mi casa.
Has creado la vida en mi casa.
Mi casa es ahora el Lugar de la Vida.