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María Magdalena – Claribel Alegría

Te amé, Jesús 
te amé 
y tú también me amaste 
entre todos los rostros  
me buscabas 
y me anhelabas cerca. 
Me sedujo tu voz 
la serena pasión 
de tu palabra. 
Sentí temblar tu carne 
sentí temblar al hombre 
cuando ungí tu cuerpo 
con perfumes 
y enjugué tus pies 
con mis cabellos. 
Pude haberte hechizado 
y no lo hice 
me frenó tu mirada 
tu renuncia 
entre todos los hombres 
fuiste el hombre 
y no quiero curarme
de este amor.

Pequeñas lecciones de erotismo – Gioconda Belli

                  I
 
Recorrer un cuerpo en su extensión de vela
Es dar la vuelta al mundo
Atravesar sin brújula la rosa de los vientos
Islas golfos penínsulas diques de aguas embravecidas
No es tarea fácil –sí placentera–
No creas hacerlo en un día o noche de sábanas explayadas
Hay secretos en los poros para llenar muchas lunas
 
                  II
 
El cuerpo es carta astral en lenguaje cifrado
Encuentras un astro y quizá deberás empezar
Corregir el rumbo cuando nube huracán o aullido profundo
Te pongan estremecimientos
Cuenco de la mano que no sospechaste
 
                  III
 
Repasa muchas veces una extensión
Encuentra el lago de los nenúfares
Acaricia con tu ancla el centro del lirio
Sumérgete ahógate distiéndete
No te niegues el olor la sal el azúcar
Los vientos profundos cúmulos nimbus de los pulmones
Niebla en el cerebro
Temblor de las piernas
Maremoto adormecido de los besos
 
                  IV
 
Instálate en el humus sin miedo al desgaste sin prisa
No quieras alcanzar la cima
Retrasa la puerta del paraíso
Acuna tu ángel caído revuélvele la espesa cabellera con la Espada de fuego usurpada
Muerde la manzana
 
                  V
 
Huele
Duele
Intercambia miradas saliva imprégnate
Da vueltas imprime sollozos piel que se escurre
Pie hallazgo al final de la pierna
Persíguelo busca secreto del paso forma del talón
Arco del andar bahías formando arqueado caminar
Gústalos
 
                 VI
 
Escucha caracola del oído
Como gime la humedad
Lóbulo que se acerca al labio sonido de la respiración
Poros que se alzan formando diminutas montañas
Sensación estremecida de piel insurrecta al tacto
Suave puente nuca desciende al mar pecho
Marea del corazón susúrrale
Encuentra la gruta del agua
 
               VII
 
Traspasa la tierra del fuego la buena esperanza
navega loco en la juntura de los océanos
Cruza las algas ármate de corales ulula gime
Emerge con la rama de olivo llora socavando ternuras ocultas
Desnuda miradas de asombro
Despeña el sextante desde lo alto de la pestaña
Arquea las cejas abre ventanas de la nariz
 
              VIII
 
Aspira suspira
Muérete un poco
Dulce lentamente muérete
Agoniza contra la pupila extiende el goce
Dobla el mástil hincha las velas
Navega dobla hacia Venus
estrella de la mañana
—el mar como un vasto cristal azogado—
duérmete náufrago

Sonatina – Rubén Darío

La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?
los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que han perdido la risa, que han perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en su vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales;
parlanchina, la dueña dice cosas banales
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?,
¿o en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes?
¿o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al Sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los veros de
mayo, o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!,
está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida).
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe!
(la princesa está pálida; la princesa está triste).
¡Más brillante que el alba, más hermosa que abril!

—Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—
En caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor.

Depresión – Fiama Valerio

Quisiera esta noche​​ 
participar en el avistamiento​​ 
de las tortugas que desovan,​​ 
seguir el litoral​​ 
hasta donde las olas conmueven​​ 
la arena muy adentro,
que una borrasca surja​​ 
y las hebras de mi cabello​​ 
pierdan la memoria genética del bucle.
Que una ola en su cresta​​ 
doble los goznes de mis rodillas,
me deje blanda como el celofán de otra onda.
Que surjan relámpagos​​ 
y mis párpados los cierre la muerte.
Que me engulla el mar
y quede varada en su lecho.

 

Y Dios me hizo mujer – Gioconda Belli

Y Dios me hizo mujer
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavo por dentro
me hizo un taller de seres humanos.
Tejio delicadamente mis nervios
y balanceo con cuidado
el numero de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyecto con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron asi las ideas
los sueÒos,
el instinto
todo lo que creo suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosa que me hacen
mujer todos los dias
por lo que me levanto orgullosa
todas las maÒanas
y bendigo mi sexo.

Ahuyentemos el tiempo – Gioconda Belli

Ahuyentemos el tiempo, amor,
que ya no exista;
esos minutos largos que desfilan pesados
cuando no estás conmigo
y estás en todas partes
sin estar pero estando.
Me dolés en el cuerpo,
me acariciás el pelo
y no estás
y estás cerca,
te siento levantarte
desde el aire llenarme
pero estoy sola, amor,
y este estarte viendo
sin que estés,
me hace sentirme a veces
como una leona herida,
me retuerzo
doy vueltas
te busco
y no estás
y estás
allí
tan cerca.

Solteronas – Sergio Ramírez

No como en las historietas cómicas
en que todos los rostros son iguales
símiles sin luz ni el detalle mágico
con apenas una línea curva hacia arriba
cuando las muchachas dibujadas ríen
y otra hacia abajo como boca cuando lloran
no, en ellas mil detalles venían desde adentro
cambiando sus pasos abiertos y herméticos
de aquí subían sus canas brillantes
entre algunas hebras de cabello negro
como si tuvieran el pelo lleno de ceniza
y la frente plena de arrugas arrugas
como un enjambre como un quejido disperso
sobre sus cejas espesas algunas y otras
líneas duras de carbón y aquellas
narices de águilas envejecidas
o cortas como puntas de cuchillos romos
y las bocas en colores de rouge marchitos
rojo morado o ciclamen como si el tiempo
estuviera golpeando con sus alas de estaño
sus comisuras y hubiera carcomido sus dientes
negros amarillos destellos clínicos de oro
las manos enjoyadas topacios ópalos solitarios
y la colgante piel moviéndose temblorosamente
y aquel vientre debajo de sus mediolutos vestidos
en pliegues pliegues y pliegues ah y su andar lento
en compases andar de viejas victorias románticas
inventadas ahora aquellos parques
aquellas veladas aquellos cielos aquellos…
o meciéndose infinitamente en sus altas sillas
dos tres cuatro en una fila rítmica sin ayes
ni tragedias ni sonrisas apenas la alegría
de rezar de odiar de enseñar la cara falsa
de sus corazones olorosos a madera de laurel
por el largo encierro en sus roperos llenos
de historias de familia de las reseñas
de los retratos en óvalo colgados en las paredes
de cal ah viejas niñas antiguas doncellas
que sin un amor al que enterrar
sin unos brazos bajo los que haber yacido
en el run run de sus remotas salas
se mecen para siempre cuando ni un grito
ni un beso ni un gemido despertarán el sueño
de hielo en que sus ojos plomizos y sin brillo
miran caer la aurora desde sus áridos pechos…

Inventaremos nuestro propio idioma – Gioconda Belli

Inventaremos nuestro propio idioma,
mi amor,
y se nos crecerán los ojos.
Veremos cosas que nunca nadie ha visto:
caminos entre las nubes,
canciones en los trigales.
Les veremos los fustantes al viento,
las bocas con que besa el agua,
andaremos sueltos,
descalzos,
desnudos,
como invisibles duendes.
Llenaremos de palabras y risa
las paredes del mundo
mientras vamos vertiendo el amor de nuestros cuerpos
gorgojeando,
aguahablando,
cho
       rre
             án
                     do
                            nos
                                        como las fuentes.