Pasa el vértigo de ajenas
corporaciones emplumadas
para fiestas o iras de la selva.
Pasa el dialecto.
En tanto, el hilván hondo
de la lengua lee
en jazmín diminuto o en arena,
deja el hervor tentante
e imagina las simples,
que relucen,
espumas de la última ola.
Y se encaja otra vez
en el cóndilo,
en lo exacto
de la fatalidad.
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UNA VEZ – IDEA VILARIÑO
Soy mi padre y mi madre
soy mis hijos
y soy el mundo
soy la vida
y no soy nada
nadie
un pedazo animado
una visita
que no estuvo
que no estará después.
Estoy estando ahora
casi no sé más nada
como una vez estaban
otras cosas que fueron
como un ciclo lejano
un mes
una semana
un día de verano
que otros días del mundo
disiparon.
Invocación – María Eugenia Vaz Ferreira
Oh noche embriagadora
hecha de soledad y de desesperanza,
que brindas en tu copa de azabache y de estrellas
sobre la tierra ardiente en quietud derramada.
Noche de las delicias mudas y negativas
de que gozan los muertos vivos como fantasmas,
abrochando en la sombra su carnal vestidura
marchita de enflorar la fiesta meridiana.
Noche, noche infinita, rincón de los olvidos,
perdón de penitentes que nunca hicieron nada
más que cargar a solas el pesado madero
sobre la ligereza cautiva de sus alas…
Te espero día a día
para esconder mis horas en la paz de tu lápida,
cuando las ondas vivas su vibración aquietan
bajo la fuerza ignota de atávicos nirvanas,
y en invisibles soplos
el numen secular su inspiraci6n levanta
del fondo de los tiempos para siempre extinguidos,
aunque la rueda cósmica traiga sus añoranzas.
Yo no sé lo que dice tu boca abierta y muda
al que doró su tienda con oro de esperanza,
pero yo sé que sabes con amorosa ciencia
tenderte suavemente sobre el alma cansada!
Tu voz dice en silencio tu eternidad futura;
la rúbrica del «Fin» está en tu obscura mancha,
aunque a besarte vengan en sus carros sonoros
con sus aureolas rubias las doncellas del alba.
Todavía los mundos
relucen en la bóveda de tu urna sagrada;
un viejo tesorero se ha dormido en los tiempos
y ha olvidado en tu fondo sus últimas alhajas…
Dale a los benditos que todavía sueñan,
tus áureas lentejuelas y tu hostia de plata,
y a mí, que te deseo inextinguible y única,
dame la eternidad de tu silencio, oh Hermana.
Amor – Juana de Ibarbourou
El amor es fragante como un ramo de rosas.
Amando, se poseen todas las primaveras.
Eros trae en su aljaba las flores olorosas
de todas las umbrías y todas las praderas.
Cuando viene a mi lecho trae aroma de esteros,
de salvajes corolas y tréboles jugosos.
¡Efluvios ardorosos de nidos de jilgueros,
ocultos en los gajos de los ceibos frondosos!
¡Toda mi joven carne se impregna de esa esencia!
Perfume de floridas y agrestes primaveras
queda en mi piel morena de ardiente transparencia
perfumes de retamas, de lirios y glicinas.
Amor llega a mi lecho cruzando largas eras
y unge mi piel de frescas esencias campesinas.
Oda al pene – Cristina Peri Rossi
Querido Ticas:
No es posible tener muy buena opinión
de un órgano membranoso
que se pliega y se despliega
sin tener en cuenta
la voluntad de su dueño.
Que no responde a la razón
que hace el ridículo cuando menos lo esperas
o se pone soberbio
cuando habías decidido mostrarte tímido.
No es posible tener muy buena opinión
de los misiles
ni de los obeliscos de las ciudades
ni de las bombas testiculares.
No se puede estar muy orgulloso
de un órgano de requerimientos tan imperiosos
a solitarios manoseos
o a rápidas penetraciones en turbios cuchitriles
pagando lo menos posible.
Sublímalo, Ticas
pinta cuadros
escribe libros
preséntate a diputado
escribe letras de rock
compra acciones de la Bolsa:
todo, para olvidar
esa oprobiosa sumisión
a un órgano que no puedes gobernar,
que no controlas.
Amémonos – Juana de Ibarbourou
Bajo las alas rosa de este laurel florido,
amémonos. El viejo y eterno lampadario
de la luna ha encendido su fulgor milenario
y este rincón de hierba tiene calor de nido.
Amémonos. Acaso haya un fauno escondido
junto al tronco del dulce laurel hospitalario
y llore al encontrarse sin amor, solitario,
mirando nuestro idilio frente al prado dormido.
Amémonos. La noche clara, aromosa y mística
tiene no sé qué suave dulzura cabalística.
Somos grandes y solos sobre el haz de los campos
y se aman las luciérnagas entre nuestros cabellos,
con estremecimientos breves como destellos
de vagas esmeraldas y extraños crisolampos.
LAS NARANJAS – Rafael Courtoisie
Putas redondas, pelotas
llenas de hambre sexual, de una luz sometida
sin tiempo, de una vida agridulce
de la pasión idiota
de unos pocos momentos, del amor de un minuto
de la sombra, del sexo de los gajos
de la cáscara.
No se parecen al sol, no son como la luna
se parecen al atardecer, se parecen al viento
cuando sopla sobre las rocas, cuando habla el silencio.
Tienen una virtud: son locas.
La frescura y el dolor se parecen.
Las naranjas dementes no tienen pelo, no tienen voz
no tienen sentimientos.
Las naranjas son frescas, locas y frescas
como el jugo del pensamiento.
Fusión – Juana de Ibarbourou
Mi alma en torno a tu alma se ha hecho
un nudo apretado y sombrío.
Cada vuelta del lazo sobre humano
se hace raíz, para afianzarse hondo,
y es un abrazo inacabable y largo
que ni la muerte romperá. ¿No sientes
cómo me nutro de tu misma sombra?
Mi raíz se ha trenzado a tus raíces
y cuando quieras desatar el nudo,
sentirás que te duele en carne viva
y que en mi herida brota sangre tuya.!
Y con tus manos curarás la llaga
¡y ceñirás más apretado el nudo!
MUJERES – Rafael Courtoisie
Algunas mujeres se consuelan con dedos que arrancan de las estatuas.
Un lago tibio les crece entre las piernas y en el fondo del lago colean pececillos y se escurre en lo profundo su rojez partida en dos. El pulpo, como una estrella blanda sumergida, recibe al anular y provoca una estampida de puntas de peces y arenas del temblor que desmoronan.
Las mujeres acaban exhaustas y en los lúbricos dedos de mármol, brillantes de humedad del lago, se entibian y boquean, hasta morir, algunos pececillos adheridos.
Como la primavera – Juana de Ibarbourou
Como un ala negra tendí mis cabellos
sobre tus rodillas.
Cerrando los ojos su olor aspiraste
diciéndome luego:
-¿Duermes sobre piedras cubiertas de musgos?
¿Con ramas de sauces te atas las trenzas?
¿Tu almohada es de trébol? ¿Las tienes tan negras
porque acaso en ellas exprimiste un zumo
retinto y espeso de moras silvestres?
¡Qué fresca y extraña fragancia te envuelve!
Hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas.
¿Qué perfume usas? Y riendo le dije:
-¡Ninguno, ninguno!
Te amo y soy joven, huelo a primavera.
Este olor que sientes es de carne firme,
de mejillas claras y de sangre nueva.
¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo
las mismas fragancias de la primavera!