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Versos sobre tu piel – Viviane Nathan

Puedo remontarme al deseado placer
subiendo lentamente,
respirando quieta, inmóvil,
sin que nadie se dé cuenta
hasta la cumbre inaudita de la imaginación
—muy cerca de tenerte—.
Extender mis fronteras tibias
(los bordes de la piel,
los mil años junto a ti
y toda mi vergüenza)
romper con ruido este silencio
y soñar con tu cuerpo
—dulce imagen que cautiva—
haciendo de mis ojos —fuego—
de mi aliento —una caricia—
de mi voz una lluvia de besos,
de mi deseo un verso.
Puedo querer tocarte con los dedos
y revivir la pasión que se durmió no sé que día
bajo las sábanas blancas de mi lecho...
Porque soy una balada ronca de amor,
una boca que se mueve despacio
buscando, húmeda, un beso.
Y me encuentro loca en tu ancha cordura
sintiendo esto que siento...
Porque soy hembra como la vida misma,
fuego que arde bajo el sol de tu rostro
desde hace tiempo.
Yo puedo remontarme al deseado placer
y cabalgar toda la noche
sobre las colinas de tu cuerpo
mientras te cuento dulcemente que me gustas
y te confieso mi pasión en un verso...

Ororó (fragmento) – Ana Strauss

Ahora bien

ahora, sin mis pies pisando el suelo

la mirada hastiada

encuentra belleza

ahora la mirada

mira las sillas y la mesa

el sol se posa con cierta alegría en el cuenco

la palabra sol

derrama su luz

el color en la vocal donde me ovillo

y buscando algo de sombra

allí cuando la mirada se vuelve

y la mirada descubre el rostro en la mano del que mira

la línea del rostro donde fuimos manos

el minuto donde las manos otean

el rostro, la línea de cada letra hecha

y la línea del rostro

dirá

velada

y qué se mira en el rostro

qué se mira en la cara querida

qué se mira en la línea que define el gesto

la cara hecha a media hora

y cuando en los ojos cerrados qué

memoria de dátil

de ovillo

donde la mirada se opaca

una imagen que borre otra imagen

y acaso volver a

amar

entre pared

humo

la mirada ahumada

la mañana ahumada

el rostro

eso que dice rostro

la inminencia del rostro

y su perpleja perplejidad

trasiego

algo en la mirada se añica

hasta que la mirada vuelva a componer

atisbo

mil años en un parpadeo

entre salinas y huellas de sol

entre mi vestido y mi enagua

huella anterior

ahora en mi galope

mis leguas de galope

mil leguas en la salina

me leguo mil leguas más

entre hierro y herraje

un día

cerrar los ojos

respirar

los párpados cerrados

mil leguas al galope, mil lunas al galope

que el palabrerío

desencadene

las palabras anteriores

II

mira hacia la ventana

la ventana

la mesa

la vela

el plato

la copa

la casa la casa la casa

tres nombres la casa

llamo a esa rosa

la cito

dice la didascalia:

diez veces tirar los dados

cerrar la puerta

(lo haré)

en el lugar común de la belleza

la belleza de la rosa

la rosa, mira, la rosa

la rosa

es mirada

aunque la rosa completa sobre la mesa

llamo a esa rosa

la cito

rosa allí

inmóvil

sobre la tierra de toda tierra

a cada palabra en cada palabra a las palabras

adornarlas

ignorarlas

quemarlas hasta el tedio

hasta el cansancio

hasta el más acá de todos los sitios

amarlas hasta el cansancio

hasta el tedio y la distracción

habría que amarlas para hacerlas oro, rubí y coco, fruta y limón

habría que amarlas hasta el cansancio, hasta mañana, hoy, ayer y siempre

habría que amarlas como niñas

como ancianas

amarlas hasta el hastío, hasta la risa

hasta la rosa

III

debería yo

rascar mis manos hasta encontrar aceite

fuego, brasas

debería

hacer dunas, arena, debería hacer arena, y más arena

debería entre mis manos

hacer arena

deletrear luces

al cabo de unas horas se abren los ojos

a veces soy mientras duermo

dedos de una mano

la tonalidad de una luz al atardecer

mi mareo se adelanta

debería

hacer dunas, arena, debería hacer arena, y más arena

debería entre mis manos

hacer arena

en días

debería encontrar hojas, asir el cabello

pausar en cada paso

antes de enunciar

hablaré con cada letra

arrogancia

el baile de las letras, su danza y entre el sueño se me huyen

la mañana anterior moldeada

palpo esa idea anterior entre mis manos

mirar antes

mirar lo que viene andando

entre lo que es mi cuello y labios sellados

yo me estoy hablándome a mí y de hablar entre mi piel

me estoy hablando

cuando cierro las pupilas

desarraigo las pupilas

jazmín, amarro una rama

amarro un paso del día

de ese día sobre mi palabra

la boca

los pies

me retumbo en mí diciendo

debería hacer arena en mis manos

en la elocuencia de las manos porosas

detenerme paso a paso

haciendo mi jazmín de noche

a la mañana siguiente

haciéndome

paso a paso en el telón

allá hacia el jardín de mi cuello

al cabo de unas horas se abren los ojos

soy durmiéndome

mis ojos caen

interior

en mi lengua sujeto el agua

que el palabrerío

desencadene

las palabras anteriores

allí no reconozco las orillas

de mis palabras nada

se me vacían los ojos

llueve

de allí la imagen

primero la comisura

primero en la comisura

primero está la comisura

he perdido la mirada de mis pies

mi sombra más lejos

me desmembró de mis otras orillas

debería yo

deletrear luces

al cabo de unas horas se abren los ojos

se recobran los ojos

antes del deseo

aún antes del deseo

he olvidado qué decirme

las manos palpan algunas piedras o perlas

se hace una pedrería en la garganta

ahora, sin mis pies pisando el suelo

una imagen que borre otra imagen

y acaso volver a

amar.

Cuando estás en mi cuerpo – Clara Silva

Cuando estás en mi cuerpo desangrado,
acechando el descuido de mi muerte,
¿cómo me asomo a mi alma para verte
si ignoro si me doy o me has tomado?

En hermosuras crezco a tu cuidado
y tanto que mi boca ya no advierte
si es por tu amor que vivo de esta suerte,
si es por mi sed que muero a tu costado.

Te recojo en mi sangre derramada
y me ciñes de olvido hasta olvidarlo
como una muerta en insaciada vida.

Bajo la herida de tan dulce espada
lo mismo da saberlo que ignorarlo
si te sirves de mí o soy servida.

Amor de tarde – Mario Benedetti

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme «¿Qué tal?» y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.

Cuando una boca suave boca dormida besa… – Idea Vilariño

Cuando una boca suave boca dormida besa
como muriendo entonces,
a veces, cuando llega más allá de los labios
y los párpados caen colmados de deseo
tan silenciosamente como consiente el aire,
la piel con su sedosa tibieza pide noches
y la boca besada
en su inefable goce pide noches, también.
Ah, noches silenciosas, de oscuras lunas suaves,
noches largas, suntuosas, cruzadas de palomas,
en un aire hecho manos, amor, ternura dada,
noches como navíos…
Es entonces, en la alta pasión, cuando el que besa
sabe ah, demasiado, sin tregua, y ve que ahora
el mundo le deviene un milagro lejano,
que le abren los labios aún hondos estíos,
que su conciencia abdica,
que está por fin él mismo olvidado en el beso
y un viento apasionado le desnuda las sienes,
es entonces, al beso, que descienden los párpados,
y se estremece el aire con un dejo de vida,
y se estremece aún
lo que no es aire, el haz ardiente del cabello,
el terciopelo ahora de la voz, y, a veces,
la ilusión ya poblada de muertes en suspenso.