«Nacer hombre» – Adela Zamudio

¡Cuánto trabajo ella pasa
por corregir la torpeza
de su esposo, y en la casa!
(Permitidme que me asombre.)
Tan inepto como fatuo,
sigue él siendo la cabeza,
¡Porque es hombre!
Si algunos versos escribe,
de alguno esos versos son,
que ella sólo los suscribe.
(Permitidme que me asombre.)
Si ese alguno no es poeta,
¿Por qué tal suposición?
¡Porque es hombre!
Una mujer superior
en elecciones no vota,
y vota el pillo peor.
(Permitidme que me asombre.)
Con tal que aprenda a firmar
puede votar un idiota,
¡Porque es hombre!
Él se abate y bebe o juega
en un revés de la suerte:
ella sufre, lucha y ruega.
(Permitidme que me asombre.)
Que a ella se llame el «ser débil»
y a él se le llame el «ser fuerte».
¡Porque es hombre!
Ella debe perdonar
siéndole su esposo infiel;
pero él se puede vengar.
(Permitidme que me asombre.)
En un caso semejante
hasta puede matar él,
¡Porque es hombre!
¡Oh, mortal privilegiado,
que de perfecto y cabal
gozas seguro renombre!
En todo caso, para esto,
te ha bastado
nacer hombre.

Algún día – Dora Castellanos

Un día llegarás;
el amor no espera.
Y me dirás:
Amada, ya llegó la primavera.

Un día me amarás.
Estarás de mi pecho tan cercano,
que no sabré si el fuego que me abrasa
es de tu corazón o del verano.

Un día me tendrás.

Escucharemos mudos
latir nuestras arterias
y sollozar los árboles desnudos.

Un día. Cualquier día.
Breve y eterno,
el amor es el mismo en primavera,
en verano, en otoño y en invierno.

De «La vida es sueño» – Pedro Calderón de la Barca

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

El buen olvido – Manuel Magallanes Moure

¡Hace ya tanto tiempo! Te creí tan distante,
tan perdida en el hondo sendero del olvido,
y ha bastado esta noche tranquila e inquietante,
y han bastado este aroma en el aire dormido,
y estas sombras profundas y este vago claror
de la luna en creciente, para que yo te tienda
mi alma a través de todo, como una buena senda
lunada de esperanza y olorosa de amor.

Porque olvidé tus besos, tengo sed de tu boca,
porque olvidé tu acento, tengo ansias de tu voz,
porque olvidé tu alma, mi alma ahora te evoca
al pie de la montaña, bajo el cielo de dios.

Amada, ¿ves la luna? Dame, dame tu mano.
Dame también tus labios. seremos como hermano
y hermana. Nos iremos por el vago sendero
que se interna en la noche. Nos seguirá un austero
silencio, y poco a poco será el buen recordar.

roces, palabras, besos. ¡Te creí tan distante!
Y en la pálida noche, el placer fulgurante
de sentirnos de nuevo, de volvernos a hallar.

Bajo la dulce lámpara… – Pablo García Baena

Bajo la dulce lámpara,
el dedo sobre el atlas entretenía al muchacho en ilusorios viajes
y un turbador perfume de aventuras
salpicaba de sangre el mar antiguo de los corsarios.
Los galeones, como flotantes cofres de tesoros,
eran abordados por las naos piratas
y el yatagán, las dagas, los alfanjes se hundían
en los cuerpos cobrizos y las manos violentas
arrancaban la oreja donde el zafiro lucía como Vega en la noche.
Las arcas destrozadas de alcanfor y palosanto
volcaban el carey, las telas suntuarias
y el coral, no tan ardiente como el beso del bucanero
en los pálidos labios de las virreinas.
Las antiguas colonias Veracruz, Puerto Príncipe,
el índigo Caribe y las islas del Viento
conocen las hazañas de bajeles fantasmas
y Maracaibo canta con los esclavos su desgana
a la luz que deshace la cabellera ébano de los banjos
en un río de jengibre.
Otras veces al soplo suave de Favonio,
empujado por Tetis y las verdes Nereidas,
el Mediterráneo dorado por la escama de los delfines
dejaba su plegaria fugitiva de algas
en las votivas gradas de los templos.
Allí Venecia en el otoño adriático
mece en la ola púrpura su cesto de corrompidos frutos,
desfalleciente en el abrazo joven de los gondoleros,
y las jónicas islas
se yerguen como mitras de mármol sobre las aguas.
En su lento carro de bueyes rojos avanza Egipto
y Alejandría, Esmirna, Ptolemaida, brillan en la noche
como un velo bordado de sardios
cuyos pliegues sujeta la diadema de Estambul
allá en el Bósforo fosforescente.
El incansable dedo atravesaba Arabia
y el cálamo aromático ceñía con un mismo turbante de cansancio
las cinturas de los amantes.
Al crepúsculo,
surgía Persia como un lento girasol de fastuosidades,
y el bárbaro etíope, negro fénix llameante,
consumía sus entrañas en el furor celoso de la caza
mientras Ceylán los bosques de canela y caoba
silenciaba con el ala de sus pájaros misteriosos.
Muchacho infatigable, bajo la dulce lámpara,
tal vez buscaba una secreta dicha
apenas confesada en su interior.
Cuando los días pasaron, él ya supo
que su destino era esperar en la puerta mientras otros pasaban.
Esperar con un brillo de sonrisa en los labios
y la apagada lámpara en la mano.

Absoluto amor – Efraín Huerta

Como una limpia mañana de besos morenos
cuando las plumas de la aurora comenzaron
a marcar iniciales en el cielo. Como recta
caída y amanecer perfecto.

Amada inmensa
como un violeta de cobalto puro
y la palabra clara del deseo.

Gota de anís en el crepúsculo
te amo con aquella esperanza del suicida poeta
que se meció en el mar
con la más grande de las perezas románticas.

Te miro así
como mirarían las violetas una mañana
ahogada en un rocío de recuerdos.

Es la primera vez que un absoluto amor de oro
hace rumbo en mis venas.

Así lo creo te amo
y un orgullo de plata me corre por el cuerpo.

Vuelvo a la noche – Mía Gallegos

De pronto vuelvo
a la noche
con mis zapatos de agua.

Me desnudo
en el lento
ejercicio de mis manos
y busco
solamente
un objeto mío,
un pequeño barco,
un cometa,
un circo de inventadas cosas,
figuras cotidianas,
tuyas y mías,
que amo.

Pero sé
que de pronto
me vuelvo inaccesible
y vuelvo a ser silencio
y llama oscura,
donde mi barco
se escapa de tu orilla.