Entre exilios – Aziz Amahjour

El exilio...
¡El exilio tiene color de nube blanca
O puede ser alquitrán exprimido!

¡El exilio está en ti
Se proyecta desde ti
             Y hacia ti!

¡Te expulsaron de una oscuridad
En cuyo cielo se esparcían las llamas!
¡Para verte desorientado en una blancura
Que semejaba
Un auténtico espejo!
Donde quisiste ver reflejado
Tu rostro, tu alma, tu pasado…

Pero en seguida se hizo añicos
El espejo
Esparciéndose por todos los rincones…
¡Y NO ME ENCONTRASTE EN TI!

Yo, ahora,
                 ¡Eh amigo!
Soy como tú
Un nuevo morisco
Huido de un gran peligro
De una fortaleza de hierro
¡Que nada la mueve
Ni vientos
       Ni huracanes!

Yo soy tú ..
El exiliado en mí
El exiliado desde mí
                    Y hacia mí.

Yo fui expulsado del Norte
Soy el emigrado del Sur
Soy el exiliado de la fe
Y toda ideología
¡Ni izquierda, ni derecha
Conocen mi camino…!

Mi destino es él del delfín
Una huida continua
En un mar siempre agitado…
Te fundiste tú conmigo
Te diluiste en mí
¡¿En quién me buscaré yo, acaso?!

¿En quién?

¿Quién seré?

                 ¡¿Acaso quién seré?!

Iniciación – Chantal Maillard

Estoy creciendo de la nada.
Mis ojos tantean
la claridad difusa
mis manos
se posan y tantean
abro agujeros
mi cuerpo agujeros
en el cielo agujeros
tanteo las estrellas
agujeros que llueven
y es dolor
y el dolor penetra
mi cuerpo tantea
el dolor tal vez
el gozo
indaga
descubre el mí
mi boca dice
vuelvo sobre mí
misma y tanteo
¡es tanta la ceguera!
cierro los ojos
lo cierro todo
y de repente me abro
veo
veo lo que no hay
veo
estoy creciendo de la nada.

Y Dios me hizo mujer – Gioconda Belli

Y Dios me hizo mujer
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavo por dentro
me hizo un taller de seres humanos.
Tejio delicadamente mis nervios
y balanceo con cuidado
el numero de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyecto con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron asi las ideas
los sueÒos,
el instinto
todo lo que creo suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosa que me hacen
mujer todos los dias
por lo que me levanto orgullosa
todas las maÒanas
y bendigo mi sexo.

Doris culo-de-rosa  –  Discórides

Cuando quedó tendida Doris cu lo-d e-rosa sobre el lecho
entre tan frescas flores me convertí en un dios.
Ella que me abarcaba con piernas prodigiosas
recorrió sin torcerse la carrera de Cipris
con ojos perezosos. Como hojas en la brisa, le temblaba la púrpura
de su carne agitada, justo hasta que vertimos
la blanca libación de nuestro ímpetu, y Doris
con los miembros muy lánguidos se cayó derramada.

A las estrellas – Ángel de Saavedra (Duque de Rivas)

¡Oh, refulgentes astros!, cuya lumbre
el manto oscuro de la noche esmalta,
y que en los altos cercos silenciosos
        giráis mudos y eternos;

y ¡oh tú, lánguida luna!, que argentada
las tinieblas presides, y los mares
mueves a tu placer, y ahora apacible
        señoreas el cielo:

¡ay, cuántas veces, ay, para mí gratas,
vuestro esplendor sagrado ha embellecido
dulces felices horas de mi vida
        que a no tornar volaron!

¡Cuántas veces los pálidos reflejos
de vuestros claros rostros derramados,
húmedos resbalar por las colinas
        vi, apacibles, del Betis,

y en su puro cristal vuestra belleza
reverberar con cándidos fulgores
admiré, al lado de mi prenda amada,
        más que vosotros bella!

Ahora, al brillar en las salobres ondas,
solo y mísero, prófugo y errante,
de todo bien me contempláis desnudo
         y a compasión os muevo.

¡Ay! Ahora mismo vuestras luces claras,
que el mar repite y reverente adoro,
se derraman también sobre el retiro,
         donde mi bien me llora.

Tal vez en este instante sus divinos
ojos clava en vosotros, ¡oh, lucientes
astros!, y os pide, con lloroso ruego,
         que no alteréis los mares.

Y el trémulo esplendor de vuestras lumbres
en las preciosas lágrimas rïela,
que esmaltan, ¡ay!, sus pálidas mejillas
        y más bella la tornan.

Astimelesa – Alcmán

Con un deseo que desmaya el cuerpo
dirige una mirada que hace desfallecer
más que el sueño y la muerte:
sin vanidad alguna, es ella dulce.

Astimelesa nada me responde.
Recoge la guirnalda como un astro que vuela
por un cielo radiante
como un tallo dorado, como una pluma suave.

Con pies esbeltos cruza.
Y como brilla el bálsamo de Chipre
sobre las cabelleras de las jóvenes,
así, solicitada, camina Astimelesa entre la gente
y alcanza un gran honor.

Si acaso me viniera y me tomara
de la tierna mano, yo
al instante sería
un suplicante suyo.

El silencio – Carilda Oliver Labra


                                   A Raúl Luis

No lo puedo decir. La voz precisa
quedó bajo el silencio sepultada;
cuando retoza el crimen ya no es nada
el diente que pelea en la sonrisa.

No lo puedo decir. Y acaso es largo
el camino que el daño me asegura.
No lo puedo decir, y sin embargo
sé que está cerca la total negrura.

No lo puedo decir ...Todas las penas
se van volviendo ya como serenas
soledades que aquí no tienen signo.

Aunque la muerte simplemente abra,
aunque al fin me arrebaten la palabra
no me voy a callar ni me resigno.