Yo te he querido como nunca.
Eras azul como noche que acaba,
eras la impenetrable caparazón del galápago
que se oculta bajo la roca de la amorosa llegada de la luz.
Eras la sombra torpe
que cuaja entre los dedos cuando en tierra dormimos solitarios.
De nada serviría besar tu oscura encrucijada de sangre alterna,
donde de pronto el pulso navegaba
y de pronto faltaba como un mar que desprecia a la arena.
La sequedad viviente de unos ojos marchitos,
de los que yo veía a través de las lágrimas,
era una caricia para herir las pupilas,
sin que siquiera el párpado se cerrase en defensa.
Cuán amorosa forma
la del suelo las noches del verano
cuando echado en la tierra se acaricia este mundo que rueda,
la sequedad obscura,
la sordera profunda,
la cerrazón a todo,
que transcurre como lo más ajeno a un sollozo.
Tú, pobre hombre que duermes
sin notar esa luna trunca
que gemebunda apenas si te roza;
tú, que viajas postrero
con la corteza seca que rueda entre tus brazos,
no beses el silencio sin falla por donde nunca
a la sangre se espía,
por donde será inútil la busca del calor
que por los labios se bebe
y hace fulgir el cuerpo como con una luz azul si la noche es de plomo.
No, no busques esa gota pequeñita,
ese mundo reducido o sangre mínima,
esa lágrima que ha latido
y en la que apoyar la mejilla descansa.
Archivos Mensuales: marzo 2024
Monstruos – Dámaso Alonso
Todos los días rezo esta oración
al levantarme:
Oh Dios,
no me atormentes más.
Dime qué significan
estos espantos que me rodean.
Cercado estoy de monstruos
que mudamente me preguntan
igual, igual que yo les interrogo a ellos.
Que tal vez te preguntan,
lo mismo que yo en vano perturbo
el silencio de tu invariable noche
con mi desgarradora interrogación.
Bajo la penumbra de las estrellas
y bajo la terrible tiniebla de la luz solar,
me acechan ojos enemigos,
formas grotescas me vigilan,
colores hirientes lazos me están tendiendo:
¡son monstruos,
estoy cercado de monstruos!
No me devoran.
Devoran mi reposo anhelado,
me hacen ser una angustia que se desarrolla a sí misma,
me hacen hombre,
monstruo entre monstruos.
No, ninguno tan horrible
como este Dámaso frenético,
como este amarillo ciempiés que hacia ti clama con todos sus tentáculos
enloquecidos,
como esta bestia inmediata
transfundida en una angustia fluyente,
no, ninguno tan monstruoso
como esta alimaña que brama hacia ti,
como esta desgarrada incógnita
que ahora te increpa con gemidos articulados,
que ahora te dice:
«Oh Dios,
no me atormentes más,
dime qué significan
estos monstruos que me rodean
y este espanto íntimo que hacia ti gime en la noche».
Esta Oración – Juan Gelman
Bajo la noche tiemblan mis cenizas, amándote, llamándote.
Cómo la soledad vino creciendo, oh gran señora del amor,
lejos estás, estás sola de mí.
De tu nombre entro al día sin embargo,
inventaron mi boca para decir tu nombre.
La luz que sube de tu nombre.
Tómame
no me dejes
ya que me has hecho mayor que mi muerte
Cuba
mi tristeza de ti va encendiendo la noche,
mi alegría de ti va encendiendo la noche.
Más verdad – Jorge Guillén
Sí, más verdad,
Objeto de mi gana.
Jamás, jamás engaños escogidos.
¿Yo escojo? Yo recojo
La verdad impaciente,
Esa verdad que espera a mi palabra.
¿Cumbre? Sí, cumbre
Dulcemente continua hasta los valles:
Un rugoso relieve entre relieves.
Todo me asombra junto.
Y la verdad
Hacia mí se abalanza, me atropella.
Más sol,
Venga ese mundo soleado,
Superior al deseo
Del fuerte,
Venga más sol feroz.
¡Más, más verdad!
La inundación – Juan Gelman
El agua que faltaba se lo ha llevado todo.
Hay barro para echarse
a mirar cómo el aire construye sus paredes.
Arriba
el cielo crece.
Baje, cielazo, envuélvame
esta cosa:
por el frío camina solo un temblor de niño.
Holocausto – Yolanda Bedregal
Oh Cristo, yo quisiera de tu augusta cabeza
desclavar los espinos; endulzar tu martirio;
darte mi adolescencia como incienso en delirio;
alabándose en salmos, restañar tu tristeza.
Te volcaría en mi alma con la dulce certeza
de corporal expolio a cabezal de lirio.
Me inmolaría entera como ala sobre cirio.
El humo, en holocausto de mi cuerpo ofrendado
empapada en perfume la esponja de la hiel
y, unida entre llaga, mi vida en tu costado.
La culpa redimida y el mundo sin pecado
a la ultima palabra de Dios crucificado,
urgiría con rosa de amor tu humana piel.
Poemas con el hijo – Juan Gelman
Dice la palabra poesía por primera vez
¿Sabes el tiempo, todo el tiempo,
entre esa palabra y tu tiempo?
¿Sabes el aire, todo el aire,
entre esa palabra y tu aire?
¿El mar, acaso, sabes, el dolor,
el amor, la tierra, la muerte,
sabes,
entre esa palabra y tus finísimos hilos?
¿Llegó hasta ti como una magia,
como una vejez de pronto?
¿Mojó con agua delicada
tu agua, la purísima, la quieta?
¿Te coronó de viva luz?
¿Puso en tu voz harinas dulces?
Quién dirá alguna vez lo que sucede
cuando dos niños se besan.
Pregunta qué es el agua
Olvido, olvido.
Un largo camino puro hacia el olvido.
Una joven memoria del olvido.
Una lágrima sola
mirando y olvidando lo que somos.
Lo que olvidó, lo que olvidó la muerte.
Hasta que la dijiste.
Que podrá ser ahora que tu temblor es dentro de ella.
Sonríe
¿Y alguna vez he sonreído así?
¿Fui como tú de luz, candor que tiembla?
¿Supe dar la mañana, confundirla,
equivocar al mundo?
¿Fui como tú despertador
de la ternura quieta? ¿Agua capaz?
¿Detuve al aire, al gran maestro?
La pureza más desnuda es en tu boca
y avergüenza.
Ángeles, ángeles.
Quien dice que los vio, nunca los vio.
El que los ve se canta para adentro.
Digo cómo lo quiero
Caminarás, caminarás.
Cielo, aire con nombre,
hijo a quien digo hijo sin saber,
sin comprender, y no,
cómo pudo ocurrirnos la pureza.
¿Qué agua secreta dimos a beber al amor?
¿Qué intocada sustancia
teníamos aún, qué cosa, qué,
pudimos dar acaso? ¿O el amor?
¿O el temblor de la dicha que soñamos?
¿O abril que regalaba su misterio?
Caminarás, en cambio.
Pondrás tus ojos a mirar el mundo
impuro, impuro todavía.
Mucho más que quererte:
suelo amarte con pena.
La noche abolida – Pilar Paz Pasamar
Tu mano acerca el fuego a la sombría tierra
y el rostro de las cosas se alegra en tu presencia.
SALMO
Eres calor, calor. Tibio regazo.
Pecho de ave. Edredón de pluma.
Por tu calor, no por tus resplandores,
por tu calor de lar, no por tu fuego,
por el calor al pan de tu tahona,
por tu calor, solo calor, calor.
En mi calor, en mi calor te llevo
como la tierra lleva la amalgama,
la incandescente entraña, tú eres eso:
calor, calor, calor, calor, calor.
Ni a la muerte podemos ya temer,
cercano de tu hoguera está mi rostro,
del ígneo condimento está mi boca,
tu pan está caliente en la cocina
a la temperatura de la noche.
Huyen como de bosques incendiados
los fantasmas nocturnos, la alimaña
sale de su cobijo, ni a la muerte
podemos ya temer y está vacío
el hoyo, inútil miedo en que caímos.
Nada es la noche, no hubo nunca noche,
tú aboliste la sombra y el sepulcro,
tu hoguera no exigía sacrificios
ni te saciaste de vestal o víscera,
ni exigiste cuidados ni pabilos,
pues eras tú, perenne redivivo,
temperatura universal, el día,
alba caliente, luz a todas horas,
a todo tiempo, a toda vida
diste y das, calor, solo calor
Alouette – Juan Gelman
Bendita la mano que me cortara los ojos
para que yo no vea sino a ti.
Y si me cortaran la lengua, su silencio
cantaría lleno de ti.
Y si me cortaran las manos, su memoria
sabría acariciarte a ti.
Y si me cortaran las piernas, su vacío
me llevaría hasta ti.
Y si luego me mataran
aún quedaría todo mi dolor de ti.
Yo descubrí en los manzanos – Andrés Trapiello
Yo descubrí en los manzanos
los telares del rumor
junto a la casa y el canto
secreto del ruiseñor.
Casa, mirador y huerto.
Aquel azul de León
y el blanco mastín del sueño
echado en mi corazón.