Una mujer suspendida en el aire,
envuelto su cuerpo semidesnudo
en una larga tela roja.
En el techo del sepulcro, intensas estrellas azules.
Enterrados vivos, brillan nuestros ojos
cada vez que
una vuelta de tela se desenrolla de tu cuerpo.
¡Tuc!
¡Tuc!
Es la vida que se precipita.
No te preocupes,
tengo nueve vidas,
quizás diecinueve o noventa y nueve.
Cuando abra los ojos después de morir noventa y ocho veces,
arquearé la espalda acurrucada como un feto
y me dejaré caer una vez más con agilidad.
Estiraré aún más la pierna
envuelta en la cuerda roja.
Enderezaré en el vacío
hasta el tobillo roto.
Como las bolas de colores
que lanza el payaso con los ojos vendados
caeré cada vez más rápido
o me perderé para siempre.
¡Tuc!
¡Tuc!
Si oigo un canto fúnebre,
sollozos de dolor,
saldré a su encuentro
más y más
abajo.
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Materia nupcial – Pablo Neruda
De pie como un cerezo sin cáscara ni flores,
especial, encendido, con venas y saliva,
y dedos y testículos,
miro una niña de papel y luna,
horizontal, temblando y respirando y blanca
y sus pezones como dos cifras separadas,
y la rosal reunión de sus piernas en donde
su sexo de pestañas nocturnas parpadea.
Pálido, desbordante,
siento hundirse palabras en mi boca,
palabras como niños ahogados,
y rumbo y rumbo y dientes crecen naves,
y aguas y latitud como quemadas.
La pondré como una espada o un espejo,
y abriré hasta la muerte sus piernas temerosas,
y morderé sus orejas y sus venas,
y haré que retroceda con los ojos cerrados
en un espeso río de semen verde.
La inundaré de amapolas y relámpagos,
la envolveré en rodillas, en labios, en agujas,
la entraré con pulgadas de epidermis llorando
y presiones de crimen y pelos empapados.
La haré huir escapándose por uñas y suspiros,
hacia nunca, hacia nada,
trepándose a la lenta médula y al oxígeno,
agarrándose a recuerdos y razones
como una sola mano, como un dedo partido
agitando una uña de sal desamparada.
Debe correr durmiendo por caminos de piel
en un país de goma cenicienta y ceniza,
luchando con cuchillos, y sábanas, y hormigas
y con ojos que caen en ella como muertos,
y con gotas de negra materia resbalando
como pescadores ciegos y balas de agua gruesa.
Poema a boca cerrada – José Saramago
No diré:
Que el silencio me ahoga y amordaza.
Callado estoy, callado he de quedarme,
Que la lengua que hablo es de otra raza.
Palabras consumidas se acumulan,
Se estancan, aljibe de aguas muertas,
Agrias penas en limos transformadas,
Raíces retorcidas en el fango del fondo.
No diré:
Que ni siquiera el esfuerzo de decirlas merecen,
Palabras que no digan cuanto sé
En este retiro en que no me conocen.
No sólo barros se arrastran, no sólo lamas,
No sólo animales flotan, muertos, miedos,
Túrgidos frutos en racimos se entrelazan
En el oscuro pozo de donde suben dedos.
Sólo diré,
Crispadamente recogido y mudo,
Que quien se calla cuanto me callé
No se podrá morir sin decir todo.
Laberinto – José Saramago
En mí te pierdo, aparición nocturna,
En este bosque de engaños, en esta ausencia,
En la neblina gris de la distancia,
En el largo pasillo de puertas falsas.
De todo se hace nada, y esa nada
De un cuerpo vivo enseguida se puebla,
Como islas del sueño que entre la bruma
Flotan, en la memoria que regresa.
En mí te pierdo, digo, cuando la noche
Sobre la boca viene a colocar el sello
Del enigma que, dicho, resucita
Y se envuelve en los humos del secreto.
En vueltas y revueltas que me ensombrecen,
En el ciego palpar con los ojos abiertos,
¿Cuál es del laberinto la gran puerta,
Dónde el haz de sol, los pasos justos?
En mí te pierdo, insisto, en mí te huyo,
En mí el cristal se funde, se hace pedazos,
Mas cuando el cuerpo cansado se quiebra
En ti me venzo y salvo, en ti me encuentro.
Cuestión de palabras – José Saramago
Pongo sobre el papel palabras muertas
Como sellos lamidos de otras lenguas
O insectos atrapados por sorpresa
En el rigor impersonal del alfiler.
De palabras sacadas a subasta
Lleno escenarios de pasmo y de bostezo:
En las puertas me muestro, engalonado,
Pasando flores secas por entradas.
Quién pudiera saber de qué manera
Las palabras son rosas en el rosal.
Intimidad – José Saramago
En el corazón de la mina más secreta,
En el interior del fruto más distante,
En la vibración de la nota más discreta,
En la caracola espiral y resonante,
En la capa más densa de pintura,
En la vena que en el cuerpo más nos sonde,
En la palabra que diga más blandura,
En la raíz que más baje, más esconda,
En el silencio más hondo de esta pausa,
Donde la vida se hizo eternidad,
Busco tu mano y descifro la causa
De querer y no creer, final, intimidad.
Ha de haber – José Saramago
Ha de haber un color por descubrir,
Un juntar de palabras escondido,
Ha de haber una llave para abrir
La puerta de este muro desmedido.
Ha de haber una isla más al sur,
Una cuerda más tensa y resonante,
Otro mar que nade en otro azul,
Otra altura de voz que mejor cante.
Poesía tardía que no llegas
A decir la mitad de lo que sabes:
No callas, cuando puedes, ni reniegas
De este cuerpo casual en que no cabes.
La hoja del álamo – Giorgos Seferis
Temblaba tanto que se la llevó el viento
temblaba tanto cómo no se la iba a llevar el viento
allá lejos
un mar
allá lejos
una isla al sol
y las manos aferradas a los remos
muriendo a la vista del puerto
y los ojos cerrados en anémonas marinas.
Temblaba tanto y tanto
la he buscado tanto y tanto
en la acequia de los eucaliptos
en primavera y en otoño
en todos los bosques desnudos
cuánto la he buscado, Dios mío.
Negación – Yorgos Seferis
En una playa secreta
blanca como una paloma
tuvimos sed en la tarde;
pero el agua era salobre.
Sobre la arena tan rubia
hemos escrito su nombre;
qué bien que sopló la brisa
y se borró la inscripción.
Con qué corazón, qué aliento,
qué deseos, qué pasión
tomamos la vida: ¡error!
Y así cambiamos de vida.
Primavera – Juan Ramón Jiménez
ABRIL, sin tu asistencia clara, fuera
invierno de caídos esplendores;
mas aunque abril no te abra a ti sus flores,
tú siempre exaltarás la primavera.
Eres la primavera verdadera:
rosa de los caminos interiores,
brisa de los secretos corredores,
lumbre de la recóndita ladera.
¡Qué paz, cuando en la tarde misteriosa,
abrazados los dos, sea tu risa
el surtidor de nuestra sola fuente!
Mi corazón recojerá tu rosa,
sobre mis ojos se echará tu brisa,
tu luz se dormirá sobre mi frente...