Archivo de la etiqueta: Poesia española

Los adioses – Miguel Ángel Velasco

Benditos los pañuelos que aún ondean
en la estela del tiempo, en su ser puros
del paño fiel de lo que somos, llama
que un instante se agita
en el aire del ansia, en extensión
de la caricia en vilo del arder
en sajadura, flámula
ávida y trémula
de que otra llama hermana, hermana blanca,
en lontananza a su tremor responda,
a su tremor de acaso, a su prenderse
a la esperanza en ascua de otra vez.
Llama que adelgaza en fina herida
de la distancia abierta, del rasgarse
las telas lígrimas del corazón
en lo cortante del quedar, partirse
el corazón en pena,
en pena ausente de volverse estatua
de sal el alma por mor de amor.

Mientras duermes te miro… – Irene Sánchez Carrón

Mientras duermes te miro.

Me recuerdas
el frío de las fuentes en los labios,
el prado debajo de la espalda,
la indescifrable danza de las nubes,
el dulce sabor de diminutos dedos en la masa,
la tierra en las uñas,
los pies mojados en los charcos,
los bolsillos repletos.

Contigo junto a mí
los días recobran la suave textura de la cera
y repiten mil veces el amanecer.

Contigo junto a mí
veo pasar de largo la tristeza.

El estudio del artista – Guillermo Carnero

 Anónimo holandés.

Al fondo de la estancia tenebrosa
atestada de mapas y anaqueles,
de caballetes, bustos y cinceles
donde la araña teje sigilosa,

una figura pálida y borrosa,
rodeada de libros y papeles,
alza un compás y cruza dos pinceles
contemplando la noche silenciosa.

Una llama de vela mortecina
signa la oscuridad más que ilumina,
y descubre el temor y la torpeza,

la mueca de desprecio y extrañeza
con que asoma la estúpida cabeza
del mono que levanta la cortina.

El humo del cigarro – Miguel Ángel Velasco

Miras a contraluz el suelto hilo
que se devana en fáciles volutas.
Y en esa transparente arquitectura
reconoces un ritmo, el equilibrio
de una danza precisa.

Y te dices que el humo tiene un orden,
un concertado pulso que edifica
su liviana columna.

El mismo que gobierna
la rotación de antiguas nebulosas,
el latido puntual de las mareas
y el de tu corazón, desafiando
el peso de la tierra.

Se consume la brasa,
pero pende el denodado estambre
al rizo de su vuelo, y multiplica
en la sutura de las altas pérgolas
esa ufana corola necesaria.
Lo que nunca será de la ceniza.

Por saber que tú existes – Jorge Riechmann

Si te queda la mitad del desconsuelo
la décima parte
la milésima parte del desconsuelo

eres inviolable.

(Vulnerable, inviolable).

Si la algarroba te confía
un ángulo de dulzura en la boca
y conservas todavía en las palmas de las manos
el seco calor tan leve de tus muertos

seguramente eres tan vulnerable
como inviolable

y yo casi lo mismo por saber que tú existes.

El poeta aguarda, impaciente, la llegada de alguna musa – Irene Sánchez Carrón

(Estudio de escritor. Mesa de gran tamaño. Estanterías llenas de libros.
Puerta al fondo entreabierta. El personaje camina de un lado a otro del escenario.)

Que alguien recomponga los jarrones
rebosantes de rosas.
Necesito más luz
sobre el brazo desnudo que ahora escribe.
Los libros, que se vean desde todos los ángulos.
Unas hojas tiradas por el suelo pueden
crear ambiente.
Si es posible,
que caiga por completo la noche.
Una luna entre nubes
podría sugerir un halo de misterio.
En la calle
que parezca que la lluvia ha caído.

Ella entrará por la puerta del fondo.
Traerá el cabello húmedo -podría haber un fuego
donde secarlo lenta, muy lentamente-.
No hablará.
No hablaré.
El silencio es lo más apropiado.
No elevaré los ojos para verla
hasta pasado un rato.

Ella irá hacia las rosas con aire ensimismado
y mirará la luna caminar por mi cielo.

Necesito más luz sobre mi mano.
Necesito más luz sobre las rosas
y un fuego y una luna y un cielo
antes de que ella llegue.

Y que haya llovido.

Cima de la delicia – Jorge Guillén

¡Cima de la delicia!
Todo en el aire es pájaro.
Se cierne lo inmediato
resuelto en lejanía.

¡Hueste de esbeltas fuerzas!
¡Qué alacridad de mozo
en el espacio airoso,
henchido de presencia!

El mundo tiene cándida
profundidad de espejo.
Las más claras distancias
sueñan lo verdadero.

¡Dulzura de los años
irreparables! ¡Bodas
tardías con la historia
que desamé a diario!

Mas, todavía más.
Hacia el sol, en volandas
la plenitud se escapa.
¡Ya sólo sé cantar!